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MÉXICO

Jesulín, aclamado "¡torero!"

Al arrastrar las mulillas al último toro de la corrida inaugural de la temporada mexicana, en tarde nublada y ventosa, Jesulín de Ubrique dio la vuelta al ruedo, acompañado por un coro de 20.000 voces que gritaban: "¡Torero!". Había calado en el ánimo del respetable por su entrega, valor, dominio y, sobre todo, por su deseo de triunfo. La forma de aguantar en terrenos increíbles sin moverse y de rematar su toreo por abajo, con pases engarzados, pusieron al público de pie.Manolo Arruza, al segundo del festejo, un toro soso, le ejecutó un trasteo inteligente. Al cuarto, que acabó aplomado, le hizo una faena torera ante la indiferencia de la afición.

Guillermo Capetillo, con su primero, un toro alegre y noble, sólo mostró detalles al ejecutar aislados pases por bajo, y parte del público lo abucheó. En el quinto, un ejemplar débil que calamocheaba y no humillaba, anduvo desconfiado e instrumentó una faena de aliño ante la protesta de la muchedumbre.

Refugio / Arruza, Capetillo, Jesulín

Toros de La Venta del Refugio, sin bravura, algunos sospechosos de pitones. Manolo Arruza: metisaca y estocada (silencio); metisaca y estocada (silencio). Guillermo Capetillo: dos pinchazos y estocada delantera (división de opiniones); cuatro pinchazos y estocada trasera (bronca). Jesulín de Ubrique, que confirmó la alternativa: seis pinchazos -aviso- y descabello (ovación y salida al tercio); estocada desprendida (oreja y petición de otra).Plaza Monumental México, 1 de noviembre. Inauguración de la temporada. Tres cuartos de entrada..

Jesulín de Ubrique confirmó su alternativa con el que rompió plaza, al que en principio no entendió, pues no le daba su distancia. Pero tiene explicación, ya que al ser ésta su segunda corrida en México, no había tenido tiempo de acoplarse a la acometividad y ritmo de las reses del país, que difieren de las españolas. Sin embargo, a base de profesionalismo, de imaginación y de buen juego de muñecas, metido en la misma cuna de los pitones, terminó imponiéndose al astado, que aunque tardo, era noble. Los seis pinchazos que necesitó para matar fueron causa de que perdiera el apéndice.

En el toro que cerró plaza, de fija embestida, Jesulín dio con la diestra varias tandas de muletazos largos, profundos y templados. Cada serie la remataba con tres o cuatro pases de pecho forzados sin moverse de su sitio, lo que provocó el entusiasmo.

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