Amor y emoción
Willy De Ville se presentó en Madrid muy justito de facultades, pero sobrado de recursos. Confió el desarrollo del concierto a su indudable clase y a una banda que se sobraba. La jugada le salió redonda. El público, que soportó impasible un calor infernal, se integró en los numerosos ambientes sonoros que utiliza, recordó clásicos oscuros y, finalmente, se divirtió de lo lindo con el detalle hortera del marIachi que le acompañó en Hey Joe.Saxo y acordeón sitúan los temas geográfica y anímicamente: entre las grietas de París y Nueva Orleans, sus ciudades favoritas. La pasión por los ritmos latinos le obliga a jugar con registros diferentes, pero sortea las dificultades y se hace creíble, seguramente porque la intrusión no pretende ser tal. Es sólo un cantante de rock and roll que disfruta interpretando historias de amor y emoción, en ese lugar fronterizo a medio camino entre Springsteen y Cooder.
Willy De Ville
Universal Aqualung. 3.000 personas. Precio: 2.500 pesetas. Madrid, 28 de octubre.
Su música puede llegar a ser tan lacónica y amenzante como su propio perfil. Entonces aparece el mejor De Ville. El narrador inflexible con los triunfadores y condescendiente con los perdedores. Parece que el personaje puede superar al cantante y que el concierto se va a desarrollar en un equilibrio precario. Falso. La banda y un sonido aceptable le arroparon y él aprovechó para sumergirse en lo mejor de su repertorio. Willy De Ville no ha inaugurado una nueva visión de la música, pero sabe dotar a sus canciones de una cínica amargura absolutamente explosiva. Es difícil escuchar sus historias de forma pasiva, y eso es lo mejor que puede decirse de un cantautor de sus características.
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