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Elecciones presidenciales

Después de la Tormenta del Desierto, el presidente Bush gozaba de la aprobación del 90% de la opinión pública norteamericana, y, en cambio, menos de dos años después, parece estar claro, a juzgar por los sondeos de opinión, que no conseguirá salir reelegido el 3 de noviembre. ¿Cómo se explica un cambio tan extraordinario de suerte política?Prácticamente todos los comentaristas coinciden en que el factor que más influye en las decisiones del electorado es su manera de percibir la economía. Si su percepción es positiva, votan a favor de la continuidad; si es negativa, votan por un cambio. En la actual depresión, a la que a veces se alude eufemísticamente como recesión, el paro se ha convertido en una pesadilla, tanto para los profesionales como para los trabajadores menos cualificados, y miles de quiebras han destruido el trabajo de toda una vida de empresarios y ejecutivos. Además, por primera vez en dos siglos de historia de Estados Unidos, la mayoría de los ciudadanos teme que la vida no será para sus hijos y nietos tan buena como lo ha sido. para ellos hasta hace unos años, ni mejor. Estas percepciones bastan para explicar por qué la mayoría de los norteamericanos de hoy están decididos a votar por el cambio.

Desde mi punto de vista, a la economía le sigue en importancia la reacción del electorado, en parte razonada y en parte intuitiva, a la personalidad de los candidatos presidenciales. Se ha escrito mucho en la prensa acerca del cambio de generaciones como causa de la anticipada victoria de Bill Clinton. Pero creo que eso es empezar la casa por el tejado. Si Bush tuviera planes coherentes y creíbles para la economía y si Clinton reaccionara con la misma debilidad que Dukakis ante los ataques e insinuaciones personales, Bush sería reelegido . Los votantes no son seguidores sentimentales de ninguno de los candidatos, pero ven que Clinton tiene proyectos económicos a los que aporta credibilidad su historial como gobernador de Arkansas, y que se defiende muy bien frente a los ataques contra su actitud durante la guerra de Vietnam. Por consiguiente, produce la impresión de ser alguien apto para presidente, al contrario que Dukakis, y por eso la gente le va a votar. Por supuesto, su victoria tendrá como consecuencia un gran cambio generacional en Washington.

En el caso altamente probable de que consiga la victoria, ,¿qué puede el mundo esperar de Clinton? Si las condiciones internacionales lo permiten, se concentrará en los problemas internos; no por ignorancia ni indiferencia en lo que respecta a política exterior, sino porque se da cuenta de que hay que reanimar la economía norteamericana y recuperar la sensación de justicia social -que Reagan y Bush descuidaron por completo- para que Estados Unidos pueda ofrecer un liderazgo civil positivo en los asuntos internacionales. Se concentrará en la renovación de los ferrocarriles, las carreteras, los núcleos urbanos y los aeropuertos norteamericanos, abandonados durante tanto tiempo; en la ampliación y mejora del sistema de enseñanza pública, y en la colaboración entre el sector empresarial y el Gobierno con vistas a la formación profesional, la creación de empleo, las cuestiones medioambientales, etcétera.

Se ha comprometido a ampliar la cobertura del seguro médico a 36 millones de norte americanos que actualmente no están cubiertos por ningún plan, ni público ni privado; y a controlar los costes de la asistencia médica, que (como en todos los países industrializados) han aumentado mucho más de lo que puede explicarse por la inflación y los avances tecnológicos. Cómo lo hará y cómo lo financiará son puntos que no están claros. Clinton, como político inteligente, sabe que no puede hablar de subir los impuestos, pero como ejecutivo inteligente sin duda sabe que aumentar el gasto federal es la única alternativa para realizar cualquier mejora en cobertura médica, así como en infraestructura, educación y vivienda. Durante los primeros años de su mandato, pondrá las necesidades humanas por encima de la reducción del déficit, pero, como un déficit elevado es un factor negativo para el conjunto de la economía, supongo que si sale reelegido en 1996 aumentará considerablemente los impuestos en su quinto y sexto años como presidente, cuando ya no tenga que hacer frente a una reelección. La política exterior será básicamente continuista, pero prestanto algo más de atención a los derechos humanos y a las necesidades económicas de los antiguos países comunistas y del Tercer Mundo.

Creo que, con Clinton como presidente, la atmósfera moral de la vida política norteamericana mejorará claramente. Los negros norteamericanos saben distinguir muy bien entre los líderes blancos que se muestran condescendientes con ellos para beneficiarse políticamente y los líderes blancos que realmente creen en la igualdad racial. Clinton pertenece a esta última categoría, y seguro que las relaciones raciales mejorarán considerablemente con su ejemplo personal y su liderazgo positivo. Las mujeres han desempeñado cargos importantes tanto en el Gobierno de su Estado como en la presente campaña. Su mujer es una abogada de mucho éxito, preocupada, entre otras cosas, por los derechos de los niños en los casos de divorcio, adopción y malos tratos en las familias. Esta será la primera administración en la que la mujer del presidente no será sólo una ayudante inteligente y admirada (como fueron, por ejemplo, Eleanor Roosevelt y Rosalyn Carter), sino una profesional independiente igual a su marido. Será también una de las pocas administraciones en que un presidente haya elegido un vicepresidente (el senador Al Gore) que está a su altura tanto a nivel profesional como intelectual. Y me arriesgaría a prever que Clinton designará jueces federales de alto calibre profesional y personal, frente a la costumbre de Nixon, Reagan y Bush de elegir juristas políticamente leales.

La naturaleza de la campaña de Bush es todo un misterio para mí. Es un hombre que engañó al electorado acerca de su papel en el Irangate cuando era vicepresidente. Ahora, casi todas las semanas, a medida que se van conociendo más datos sobre el Irakgate, va resultando cada vez más obvio que su ayuda financiera secreta, presidencial e ilegal permitió que Sadam Husein se volviera lo bastante poderoso como para invadir Kuwait, ayuda secreta sin la cual la gloriosa Tormenta del Desierto nunca habría sido necesaria. En esas circunstancias, ¿cómo puede suponer que la gente le considere un gran líder internacional y un hombre en quien se puede confiar? Además, es el. presidente que eligió a un vicepresidente, completamente a favor de la guerra de Vietnam, pero que se las arregló para no tener que luchar en ella. ¿Cómo puede suponer que los votantes vayan a pensar que habría que condenar a Bill Clinton por no participar en una guerra a la que se opuso abiertamente, y que Dan Quayle tenga la credibilidad moral, de la que Clinton carece? Tal vez sea la combinación dé una educación patricia, el haber arriesgado su propia vida a los 18 años durante la II Guerra Mundial y él patriotismo farisaico de la derecha republicana lo que le ha hecho literalmente incapaz de reconocer su propia mendacidad en casos concretos. La atmósfera estará un poco más limpia cuando se retire de la vida política.

Gabriel Jackson es historiador.

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