El padre no debe asistir al parto, dice el precursor del nacimiento sin dolor
"La presencia del marido en el parto de su mujer no es más que una moda poco recomendable", sostiene el ginecólogo francés de 74 años Frederick Leboyer, considerado como el profeta del alumbramiento no violento, que ha salido así al paso de una costumbre hoy extendida, pese a las objeciones de los médicos más tradicionales.
En un coloquio sobre maternidad celebrado en Verona, Leboyer ha defendido, en efecto, que, "si una mujer no se siente segura, es mejor que vaya a parir acompañada de alguien que no esté implicado afectivamente en el asunto".
"El embarazo es para la madre como un viaje místico, una peregrinación en la que el hombre no puede participar. Este vive el embarazo y el parto como experiencias incomprensibles que le producen miedo. Lo único que puede hacer el marido es esperar el fin del proceso", sostiene este conocido médico.
Por otra parte, Leboyer ha señalado que el niño vive el parto como una experiencia angustiosa de "rechazo materno" y un suceso traumático de pérdida repentina de todo el amor y protección de que gozaba durante el embarazo. "Sólo el contacto con los ojos de la madre puede salvarle de la angustia", añade el ginecólogo, redundando en el argumento de que el padre está de más en el parto.
"Toda nuestra existencia y las angustias que llevamos dentro dependen de cómo hayamos vivido los cinco primeros minutos", afirma Leboyer. "En el momento del parto, el neonato debe poder sentir que la atención de la madre es toda y sólo para él. Luego, la figura paterna tendrá un papel incluso más importante que el de la madre".
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