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La Organización Mundial de la Salud lanza un nuevo plan global de lucha contra la malaria

La malaria o el paludismo, la más mortífera de las enfermedades tropicales, se cobra todos los años un millón de vidas en el mundo (un muerto cada 30 segundos). Otros 100 millones de personas, en su mayoría niños, deben ser tratados en hospitales. La amenaza de las fiebres palúdicas alcanza a 2.200 millones de seres, el 40% de la población mundial. Pero la malaria es "curable y puede prevenirse", según la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo que presentó su plan de lucha contra el mal en la conferencia mundial sobre la enfermedad inaugurada ayer en Amsterdam.

En los años cincuenta y sesenta, este organismo de las Naciones Unidas centró todos sus esfuerzos en la erradicación del paludismo. Treinta años después, Hiroshi Nakajima, su actual director general no vacila en reconocer que la situación económica impide arrancar la enfermedad de raíz y el combate debe librarse de otro modo. "El paludismo imposibilita el desarrollo. Evitar su propagación supone frenar la pobreza y el hambre. Ello debe lograrse reforzando los servicios epidemiológicos regionales y locales", ha dicho. Dos ideas estas sobre las que la OMS ha vertebrado su nuevo plan para controlar la malaria a escala mundial."Prevenir la mortandad y reducir el número de enfermos y las pérdidas socioeconómicas provocadas por la dolencia, ésa es nuestra meta. Para alcanzarla necesitamos el apoyo político de las más altas instancias estatales y la descentralización de los programas de ayuda". Esta afirmación se repite sin cesar a lo largo del documento preliminar sobre control del paludismo que los ministros de Sanidad de 95 países perfilaron ayer en Holanda. Un texto que deberán defender a su regreso ante sus respectivos Gobiernos. "Y un compromiso sin el que será imposible prevenir las muertes y sufrimientos derivados del paludismo", según la OMS.

Cuatro fórmulas de control

La organización propone cuatro fórmulas para tratar de dominarlo: diagnóstico y tratamiento precoz; aplicación de medidas preventivas; comprobar la presencia del mal y prevenir epidemias, y revisión frecuente de los factores económicos, sociales y ecológicos que lo favorecen. Este cuarteto de medidas no podrá ser aplicado, sin embargo, de manera uniforme. Hay, por ejemplo, zonas endémicas donde el control de la enfermedad y de los fallecimientos es primordial. Entre ellas se cuentan los países africanos situados al sur del Sáhara. Allí, 275 de sus 500 millones de habitantes están infectados y se produce el 80% de los casos de paludismo en el mundo. Sus fiebres tienen la culpa del 10% de los ingresos en hospitales y de hasta un 30% de las consultas externas.

Uno de cada 20 niños menores de cinco años muere en las zonas rurales. La dolencia provoca también anemia en los pequeños y en mujeres embarazadas, con el consiguiente riesgo de aborto o muerte posparto. Es además la principal causa de absentismo escolar, y los jóvenes apenas pueden recoger las cosechas. El mosquito transmisor (Anopheles) del parásito (Plasmodium) que invade el torrente sanguíneo ataca sobre todo en dicha época.

Asia y América

Por el contrario, en Asia y América la mayor parte de los habitantes suele concentrarse en áreas donde hay menos riesgo de contagio. Sí lo padecen quienes viven en regiones fronterizas donde el desarrollo económico es problemático o en países azotados por guerras y disturbios sociales. Alrededor de cinco millones de casos son contabilizados aquí al año, pero la OMS cree que la cifra real es cuatro veces mayor. Dos tercios de los enfermos aparecen en la cuenca del Amazonas, donde la de forestación y las labores de minería modifican el entorno. O en Afganistán y Camboya, cuyas guerras han borrado cualquier intento anterior de control. Este último suma ahora medio millón de casos. En esta parte del planeta, la OMS espera mantener limpias de paludismo las partes aún no invadidas y mejorar la situación del resto.

A este desolador panorama se une la dificultad de convencer a las industrias farmacéuticas de que inviertan en1a investigación. Una vacuna como la que acabó con la viruela está aún lejos. El mosquito transmisor ha conseguido inmunizarse contra varios medicamentos baratos y muy empleados, y ello encarece los esfuerzos.

Mosquitos y aires malsanos

Paludismo y malaria son las dos acepciones de una misma enfermedad tropical infecciosa transmitida por la picadura de la hembra del mosquito Anopheles. La primera se deriva del latín palus (pantano, charca). La otra proviene de la creencia de que los efluvios desprendidos de aguas estancadas o materias corruptas también provocaban la enfermedad. De ahí "aire malsano" o malaria.El mosquito macho se nutre del jugo de las plantas. La hembra precisa, sin embargo, de la sangre como fuente de proteínas para madurar sus huevos. Al picar rompe la piel y los vasos sanguíneos y succiona el fluido.

Para evitar que éste se coagule segrega una sustancia mientras actúa. La operación tiene lugar entre el crepúsculo y el alba y es uno de los pocos insectos que, no alerta de su presencia al volar.

Sólo 70 de las cerca de 300 especies de mosquitos Anopheles conocidas transmiten el paludismo. Al picar al hombre, la hembra inocula un parásito microscópico que se instala en el hígado, donde se desarrolla. Al cabo de una o dos semanas, las células infectadas se rompen y liberan muchos más parásitos en el torrente sanguineo.

Éstos invaden y devoran los glóbulos rojos y se multiplican. Cuando la célula destruida estalla, otros atacan a nuevos glóbulos.

99 casos en España

El parásito fue descubierto en 1880 en Argelia por el médico francés Alphonse Laveran. En 1897, su colega británico sir Ronald Ross identificó junto con otros científicos el mosquito transmisor. Para tratar la enfermedad se usan diversos medicamentos y dos remedios tradicionales, quinina y Artemisia annua, una planta aromática china. El primero es un alcaloide vegetal que constituye el principio activo de la quina, la corteza del quino, un árbol rubiáceo americano. De la planta oriental se extrae un derivado inyectable que suprime con rapidez los parásitos de la sangre.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha depositado en él grandes esperanzas, aunque falta todavía su reconocimiento internacional.

En España, el paludismo se considera prácticamente erradicado, a pesar de existir algunos brotes aislados. Según el Ministerio de Sanidad, hasta diciembre de 1991 había registrados 99 casos en 12 de las 17 comunidades autónomas.

La más afectada es Cataluña, con 27 enfermos. Le siguen Canarias, con 18; Madrid, 17; Andalucía, 12; Galicia y Valencia, cinco, y Asturias y Castilla y León, con cuatro casos cada una.

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