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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Muerte en el trabajo

LOS CINCO trabajadores fallecidos y los 57 afectados por fibrosis pulmonar durante los últimos ocho meses en la Comunidad Valenciana han pasado a engrosar la abultada cifra de siniestros laborales -1.425 muertes y 706.713 accidentes de diversa consideración en 1990-, que coloca a España a la cabeza de los países de la Comunidad Europea. Pero esta sucesión de muertes en la industria textil de la región valenciana no sólo tiene una dimensión estadística. Plantea interrogantes nuevos, a la vez que señala carencias crónicas en el campo de la siniestralidad laboral.Interrogantes nuevos: la propia enfermedad, no incluida en el catálogo de las reconocidas como profesionales, y la causa que la produce, que suscita graves inquietudes sobre si se trata de un nuevo síndrome tóxico de naturaleza desconocida. El Instituto Nacional de Toxicología deberá determinar el agente o los agentes químicos que la han provocado, entre los 30 productos o mezcla de ellos -pinturas de estampación- que se utilizan en la industria de aerografía textil. Mientras tanto, será dificil impedir que el fantasma de la colza se cierna sobre lo que está sucediendo y que no se hagan turbadoras comparaciones. De ahí la preocupación que agobia a los afectados, a sus familias, a las autoridades, a la sociedad entera. Y de ahí también lo urgente que es terminar cuanto antes con esta incertidumbre y que la investigación no se eternice dando lugar a rumores que aumenten toda vía más la angustia de la espera.

Pero el hecho de que la posible toxicidad de alguno de estos productos se investigue a posteriori, es decir, cuando se han producido víctimas, remite al terreno de las carencias crónicas que confluyen en la siniestralidad laboral. El desconocimiento de los efectos que tienen para la salud los nuevos productos y tecnologías introducidos en el proceso industrial es una de las carencias más constantes. De ello se deriva que el perfil de enfermedad laboral esté, por lo general, desfasado y desconectado de la realidad industrial, y que la protección legal de los trabajadores afectados no esté garantizada como corresponde. Es lo que ha sucedido justamente en el caso de los trabajadores muertos o afectados por fibrosis pulmonar, salvo que las autoridades sean capaces de corregir sobre la marcha esta situación de desamparo.

Pero el caso de los trabajadores valencianos apunta a otra carencia crónica: el insuficiente control de los organismos públicos dedicados a la vigilancia de las condiciones de seguridad e higiene en el trabajo, prácticamente inexistente en empresas pequeñas como las afectadas. Ni la pasividad de los trabajadores -acuciados por la defensa prioritaria del puesto de trabajo-, ni los posibles efectos negativos en la actividad económica justifican bajar la guardia en este terreno.

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Las autoridades han hecho lo que debían ordenando el cierre cautelar de las empresas afectada; una vez contrastada la existencia de la extraña enfermedad. Pero mejor hubiera sido que esta misma energía la hubieran empleado con anterioridad, exigiendo sin contemplaciones a los responsables de esas empresas el cumplimiento estricto de las normas de seguridad e higiene y de mantenimiento de las instalaciones industriales.

La progresiva sangría de vidas humanas en el mundo del trabajo se explica por el mayor desarrollo de la actividad económica, pero también por el preocupante relajo con que se observa el cumplimiento de las garantías legales y materiales para la seguridad laboral. Relajo que en la llamada economía sumergida se traduce en inobservancia pura y simple de tales garantías. A ello ha contribuido, sin duda, la dejación de los sucesivos Gobiernos socialistas en promulgar la Ley de Salud Laboral -que acabaría con la actual dispersión de ordenanzas y vacíos normativos-, prometida desde 1982.

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