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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre los obispos

A pesar de su pretendido ribete posmoderno, a Ignacio Carrión, en su columna sobre el aborto que se publicó en EL PAÍS, se le nota en exceso un tufillo anticlerical que yo creía ya periclitado en nuestro país. Algunas de sus afirmaciones lo atestiguan claramente.Los obispos advierten a sus fieles que "pecarán, se condenarán y se abrasarán eternamente en el infierno los que apoyen la nueva ley". Señor Carrión, ¡dénos el nombre de un solo obispo que haya hecho tal manifestación! Vivimos en el año 1992, y no seríamos muchos los cristianos que aceptaríamos hoy otra nueva Inquisición. La conciencia es la instancia última de nuestras acciones y, en consecuencia, sólo Dios puede juzgarnos. Otra cosa es que los obispos, ¡faltaría más!, tengan el derecho y la obligación de fijar criterios que puedan servir de orientación a sus fieles.

Los obispos, "aun sin decirlo públicamente, creen que el sida es un castigo divino y está bien empleado". ¡Espléndida demostración de su talante respetuoso y liberal, señor Carrión! En este caso los obispos no hablan, pero usted, ¡faltaría más!, saca su particular "báculo, como si fuera un jamón añejo", y pone en boca de los obispos lo que ellos nunca dijeron.

"Cabe preguntarse con qué autoridad y conocimiento de causa hablan sobre este asunto unas personas sujetas por voto a la castidad, sin experiencia sexual, y obligadas al celibato, al menos en teoría". Con la misma autoridad con que un oncólogo puede hablar de cáncer sin él padecerlo. Junto a los psicólogos y psiquiatras, pocas personas conocen tan a fondo los vericuetos y angustias del ser humano como los sacerdotes.

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Las críticas con fundamento son siempre saludables y bienvenidas; pero cuando derivan del resentimiento propio y se refugian en la demagogia fácil de casos aislados, típicos de las revistas del corazón, para tratar de desprestigiar un sistema coherente de creencias sólidas y ampliamente compartidas por gran parte de la humanidad, desde hace dos mil años, tales críticas se convierten en una grotesca. caricatura.

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