_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El deber de crear un mundo bien alimentado

Los noventa están siendo un decenio de dramáticas y vertiginosas convulsiones diarias difíciles. Para sentar las bases de un futuro mejor hay que empezar por resolver los persistentes problemas de la pobreza, el hambre y la degradación medioambiental. Ante una realidad donde millones de personas padecen hambre y malnutrición, nuestra primera prioridad ha de ser la creación de un mundo bien alimentado. Es mucho lo que se ha dicho sobre la malnutrición, pero, desgraciadamente, poco lo que se ha hecho para evitarla. Hemos de emplear nuestra creatividad, nuestra energía para hacer realidad, la profunda solidaridad que nos lleva a proclamar el inalienable derecho a una alimentación adecuada.La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha elegido el tema de la alimentación y la nutrición como el lema del Día Mundial de la Alimentación de este año (DMA). El DMA se conmemora cada 16 de octubre desde 1981 para aumentar la conciencia pública de la naturaleza y las dimensiones de la alimentación mundial y fomentar el sentido de solidaridad en la lucha contra el hambre, la malnutrición y la pobreza. En esta conmemoración queremos denunciar una vez más lo que consideramos la mayor de las injusticias: en nuestro planeta hay personas que mueren de hambre porque se les niega el primero de los derechos del hombre, el de tener acceso a una alimentación suficiente.

Todos conocemos el drama de la pobreza. Los medios de comunicación nos informan de terribles situaciones y nos meten en nuestros hogares espantosas e. insoportables imágenes de niños, mujeres y ancianos esqueléticos y moribundos por la falta de alimento, víctimas de guerras, desastres naturales (sequías, inundaciones, etcétera), y de las injusticias económicas y sociales. Se diría que nos hemos acomodado a observar sin tensión imágenes como las que nos llegan de Somalia como si fueran situaciones irremediables, cuando no lo son.

Es cierto que se han logrado progresos, pero no suficientes. Aunque el porcentaje de personas que padecen hambre está disminuyendo -actualmente se sitúa en torno al 20% de la población del mundo en desarrollo-, las cifras reales no lo hacen, ya que la población mundial sigue creciendo más rápidamente que el ritmo al que mejora su bienestar nutricional. Las altas tasas de natalidad y la disminución de las de mortalidad originan un proceso en que la pobreza y el rápido crecimiento demográfico se refuerzan mutuamente, especialmente en las áreas rurales del mundo en desarrollo. Actualmente, hay más de 780 millones de personas que sufren hambre, es decir, que no consumen suficientes alimentos para satisfacer sus necesidades energéticas. Más de 2.000 millones de personas padecen de carencia de micronutrientes, o sea, de aporte insuficiente de vitaminas y minerales esenciales para el crecimiento, el desarrollo y la buena salud. Cada año mueren casi 13 millones de niños de menos de cinco Años como consecuencia del hambre, la desnutrición y las infecciones.

La malnutrición existe de una u otra manera en todos los países. Las mujeres, los niños y los ancianos son los grupos más vulnerables. Cada minuto mueren 15 niños por escasez de alimentos, agua salubre y falta de asistencia médica. El aporte calórico insuficiente de la dieta o desnutrición es el principal problema nutricional en muchas naciones de bajos ingresos, pero también afecta a algunos sectores de las naciones más ricas. La carencia de micronutrientes puede causar enfermedades graves, pero la hipernutrición contribuye, por otro lado, a generar las llamadas enfermedades de la civilización relacionadas con la dieta, como las cardiopatías, la diabetes, la obesidad y algunas formas de cáncer. Si bien éstas son frecuentemente consecuencia de la riqueza, se están extendiendo también entre muchos grupos de escasos ingresos de los países de riqueza media y alta.

La lucha contra el hambre y la malnutrición no consiste meramente en producir más alimentos. La producción mundial es ya suficiente para alimentar adecuadamente a toda la humanidad, pero su distribución es demasiado desigual. Esta situación no cambiará mientras no nos comprometamos, como individuos, naciones y miembros de la comunidad internacional, a subsanar las desigualdades y eliminar las barreras que impiden a muchas personas el acceso a una alimentación suficiente. Se requiere un compromiso sostenido y a largo plazo para movilizar los recursos y conocimientos especializados de todos los sectores: del Gobierno y la industria, de los agricultores y los consumidores, de los científicos y de los miles y miles de personas que preparan o venden alimentos.

La malnutrición es una tragedia evitable, que acarrea enormes costes sociales y económicos como consecuencia de la pérdida de potencial humano. La principal causa del hambre y la desnutrición es la pobreza, pero también contribuyen a exacerbarlas el rápido crecimiento demográfico, las condiciones ambientales nocivas para la salud y la falta de educación. Aunque los alimentos que se producen en el mundo bastarían para satisfacer las necesidades de la humanidad entera, no todas las personas tienen acceso en todo momento a una alimentación adecuada. Los motivos de ello radican en una amplia gama de factores, entre ellos, la falta de poder adquisitivo y el deficiente desarrollo de los sistemas de comercialización, almacenamiento y distribución. La desigualdad en el comercio mundial menoscaba la capacidad de los países pobres para satisfacer sus necesidades básicas. Los problemas originados por la inestabilidad y la disminución de los precios de los productos básicos se ven, además, agravados por los efectos de la deuda externa acumulada por muchos de los países en desarrollo durante los años setenta. El proteccionismo les impide, por otra parte, el acceso a muchos mercados de los países desarrollados.

El hambre y la malnutrición son retos que la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han decidido afrontar seriamente en un foro intergubernamental a nivel mundial, que se celebrará en Roma del 5 al 11 de diciembre próximo. Pretendemos que la Conferencia Internacional sobre Nutrición (CIN) sea un trampolín de acción para erradicar el mal. Por primera vez en la historia, los Gobiernos de todo el mundo se reunirán para formular estrategias realistas con miras a promover y salvaguardar el bienestar nutricional del planeta.

Los objetivos de este encuentro son: determinar cuáles son los problemas nutricionales, tanto por exceso como por defecto; elaborar y adoptar una estrategia y propuestas para la acción; movilizar los recursos financieros necesarios para la realización de esfuerzos por parte de Gobiernos, organizaciones no gubernamentales (ONG) y organismos internacionales para la puesta en marcha de estas acciones; sensibilizar a la opinión pública mundial !obre la magnitud, las causas y las consecuencias de la malnutrición y sobre la ventaja de una nutrición sana; y establecer un sistema mundial para la recogida y la distribución de información sobre los constantes cambios de la situación nutricional de los grupos mas vulnerables. Se llega a esta conferencia tras un proceso en el que cada Gobierno ha elaborado y discutido, en colaboración con las ONG, instituciones académicas y la industria un informe sobre la situación nutricional de su país. Estos informes, a su vez, han sido llevados a conferencias preparatorias regionales, que han brindado la oportunidad pata identificar problemas y proponer fórmulas comunes.

La CIN tratará de lograr un compromiso común para dar a toda la humanidad la posibilidad de desarrollar plenamente las propias capacidades, a la vez que se garantiza un reparto equitativo de los beneficios del desarrollo económico y social. Ojalá que los Gobiernos asuman el compromiso de que las personas y su bienestar nutricional han de ser la prioridad más relevante del desarrollo. La responsabilidad de promover una alimentación sana y equilibrada es una responsabilidad común de toda la comunidad internacional, de todos nosotros. Pienso, pues, que es hora de, que se pongan los medios para que todos los seres humanos sean capaces de producir o de obtener los alimentos esenciales que necesitan.

Edouard Saouma es director general de la FAO.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_