Enfermo terminal
EL PAÍS, con fecha 27 de septiembre de 1992, publica una información (página y media) relacionada con el fallecimiento en el hospital militar Gómez Ulla de un enfermo terminal de cáncer.La lectura de dicho artículo me sugiere la conveniencia, para los lectores en general, de establecer algunos comentarios.
1. En un enfermo terminal de cáncer es disculpable, incluso en la familia, mantener una actitud subjetiva que puede llegar a una interpretación no justificada de los hechos.
2. El enfermo no fue sometido a ningún tipo de experimento, sino a las pruebas analíticas y diagnósticas ordinarias para establecer un correcto diagnóstico.
3. Ante un pronóstico de enfermedad irreversible con un desenlace fatal a corto plazo es recomendable una máxima discreción frente al enfermo hasta el momento en que se considere conveniente transmitir esta información.
4. No obstante, como relata el propio artículo, a los familiares más allegados, su esposa en este caso, se les comunicó el diagnóstico completo tras conocerlo para que, según su criterio, se lo facilitaran al paciente.
5. Una vez diagnosticada su enfermedad, se tomaron las medidas terapéuticas oportunas para el tratamiento paliativo del dolor. De la misma forma se propuso una intervención quirúrgica para posibilitar la alimentación por boca, cosa hasta el momento imposible.
6. La historia clínica, así como el informe de alta emitido por el servicio donde fue atendido el paciente, demuestra con claridad la profesionalidad de los facultativos del servicio de digestivo del hospital.
7. Ante un alta voluntaria, en cualquier dependencia hospitalaria, evidentemente, es obligada la firma de un documento en el cual el enfermo se responsabiliza de tal decisión.
8. Después del informe de alta, al paciente le fue ofrecida la asistencia extrahospitalaria en las condiciones que marcan las normativas vigentes.-
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