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Asilo temporal en el cuartel de Karlovac

1.561 refugiados bosnios esperan en Croacia la ayuda internacional

Oficialmente se trata de una estación de tránsito. Es un título apropiado. El viejo cuartel de Karlovac es sólo una parada para los 1.561 musulmanes bosnios liberados hace nueve días del campo de concentración serbio de Trno Polje. La continuidad del viaje depende ahora de la hospitalidad croata y de la compasión internacional para ver dónde irán a parar. De momento no pare_ce haber grandes obstáculos, pero la incertidumbre de estos hombres se hace cada día más patente.

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Tras cuatro meses en manos de los serbios, donde eran víctimas de torturadores, los recién llegados a Karlovac están disfrutando de sus primeras comidas calientes y no les falta abrigo. La Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) les entrega alimentos, incluso uno que hasta hace. poco era un verdadero lujo: frutas para el postre."Nos ha ayudado la suerte", dice Mehmet K., un enjuto cerrajero musulmán de aspecto sombrío que no quiere dar su apellido. Dice que muchos de sus familiares, entre ellos sus seis sobrinos, todavía viven en una aldea próxima a Prijedor o bajo la cérula de las fuerzas serbias y teme posibles represalias. "Pero no sé que es lo que nos va a pasar mañana

Su incertidumbre es también un enigma para la Cruz Roja, el Gobierno croata y las organizaciones humanitarias que atienden a esta legión de hombres pálidos que han vivido en carne-propia el oprobio de la política serbia de limpieza étnica. Hablan de torturas, ejecuciones, palizas y noches a la intemperie. Pero al advertir que las entrevistas se realizan ante representantes de organizaciones internacionales prefieren´ahorrarse los detalles. La locuacidad puede complicarles la vida aún más. De momento lo importante es conseguir un documento para acogerse al asilo temporal, uno de esos eufemismos que ha producido esta guerra europea para tratar de no destruir sus sueños de volver algún día a sus aldeas y campos de cultivo.

. Lo peor de todo es que estos hombres saben que ningún país está dispuesto a ayudarles materialmente a recuperar sus tierras. Gran Bretaña ha ofrecido asilo para 68 hombres, cifra que produce sonrisas sarcásticas incluso entre los empleados de las agencias humanitarias.

Armas, no compasión

"No necesitamos compasión; necesitamos armas para defender nuestros derechos, sobre todo nuestro derecho a vivir en la tierra de nuestros abuelos", susurra un campesino joven, pero avejentado por cinco meses de hambre, palizas y frío. "Sacarnos a un tercer país es como colocarnos en un túnel hacia el olvido. Sería como completar la tarea de los chetniks. En mi pueblo de las 26 mezquitas sólo queda una en pie", dice. "Y no creo que vaya a durar. Quiero volver a mi tierra", añade con tristeza, "pero no sé cuando será posible. Tengo que volver y encontrar al hombre que asesinó a mi padre. Sé donde vive y lo podré encontrar". Mientras tanto le toca esperar a ver qué país le acoge y planear con calma su retorno. "Ahora sí sé lo que sienten los palestinos, los kurdos, los hombres y mujeres de pueblos expulsados a la fuerza de la tierra de sus antepasados", dice el campesino.

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