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Mínima esperanza en Amsterdam de rescatar vivos los 250 sepultados en el edificio arrasado por un avión

Los equipos de rescate buscaban todavía ayer supervivientes entre las ruinas calcinadas del bloque de pisos destruido el domingo, cuando un Boeing 747 israelí de transporte se estrelló contra el edificio y causó al menos 250 muertos y desaparecidos. A pesar de¡ elevado número de víctimas, en la tarde de ayer tan sólo habían sido recuperados 20 cadáveres. Los bomberos y la policía han perdido toda esperanza de hallar a alguien con vida. Su pérdida constituye "la mayor catástrofe en la historia de la posguerra en Holanda" en palabras de Ed van Thijn, alcalde de la ciudad.

A 500 metros de altura, Amsterdam parece un ordenado tapiz de tierra verde y agua plateada. A medio kilómetro del suelo, el cercano aeropuerto internacional de Schiphol extiende sus brazos en forma de estrella. A esa distancia, un piloto israelí de las líneas aéreas El-Al vio cómo se incendiaban el pasado domingo dos de los cuatro motores del Boeing 747 de carga que debía llevar a Tel Aviv.Lo que siguió fue una llamada de emergencia a la torre de control, una maniobra de aterrizaje casi imposible y un zumbido. El ruido sordo precedió al estallido del avión en llamas contra dos bloques de apartamentos en Bijlmermeer, una barriada periférica de la capital holandesa.

Flores y verduras

El trágico vuelo del Boeing 747 cargado de flores, verduras y fruta no ha podido ser explicado aún. Su corto viaje, sin embargo, ha sido analizado una y otra vez por expertos en aviación holandeses e israelíes. Despegó sin problemas de Schiphol con más de 100 toneladas de combustible y otras 114 toneladas de productos perecederos a bordo. Eran las 18.22 horas y tres tripulantes y un pasajero se disponían a regresar a Tel Aviv como tantos otros días. El Al efectúa la misma ruta casi a diario.

Diez minutos después, el fuego invadió los dos motores derechos del avión. La torre de control aceptó la petición de regreso al aeródromo y propuso una ruta que evitaba la zona poblada. El piloto escogió otra para poder acceder a la pista más cercana. Sus colegas holandeses decían ayer que un capitán puede desoír una orden si cree que tiene tiempo para efectuar otro tipo de maniobra.

El aparato pudo rodear Amsterdam una vez. Cuando estaba a punto de concluir la segunda vuelta y enfilar la ruta hacia el aeropuerto perdió los dos motores, que estaban en llamas. A las 18.34 su caída en picado lo convirtió en un gran proyectil incandescente. La diana fue el ángulo formado por dos edificios contiguos de 10 pisos de altura.

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El estruendo fue enorme, pero la velocidad del avión en llamas no dio tiempo a nada. A esa hora de la tarde, buena parte de los habitantes de Amsterdam prepara la cena o recibe las últimas visitas del fin de semana. En Bijlmermeer viven sobre todo inmigrantes del Surinam, Ghana y las Antillas.

Sus apartamentos están alineados en grandes bloques de ladrillo con cristaleras que, iluminadas, los hace visibles desde muy lejos. Aunque nadie desea reconocerlo abiertamente, el número definitivo de víctimas puede ser aún mayor debido a los inquilinos ilegales que habitan muchos de estos pisos. Sin olvidar que los domingos suele haber reunión en el local comunitario, abierto bajo los dos edificios siniestrados.

Bomberos, ambulancias, policía y miles de curiosos se agolparon en pocos minutos a las puertas de los inmuebles. Grupos incontrolados aprovecharon la ocasión para saquear dos centros comerciales de la zona. La policía detuvo a tres personas.

50 apartamentos

La cabeza y las alas del Boeing pulverizaron 50 apartamentos. Según el Ayuntamiento, en ellos había inscritas 239 personas. Otros 130 pisos resultaron quemados e inservibles. Miembros arrancados y calcinados y cadáveres se amontonaban ayer entre los escombros en el escenario "horripilante de un drama que ha estremecido a nuestro país", según declaró ayer Ruud Lubbers, primer ministro holandés. A su lado, una pálida reina Beatriz, vestida de gris y negro, trataba de contener la emoción cubriendo parte de su cara con las manos.

La caja negra del Boeing 747 aún no ha sido hallada. Los inmuebles afectados amenazan con derrumbarse y los gases aún no permiten entrar al equipo de rescate. "¿Por qué no intentó el piloto aterrizar en una zona despoblada o en el mar?", se preguntaban ayer muchos holandeses.

Una barriada de inmigrantes

Bijlmermeer o Bijlmer, como se le nombra coloquialmente, es un barrio situado al sureste de Amsterdam. En los años setenta su construcción constituyó un ejercicio de estilo arquitectónico con grandes edificios de formas geométricas y muchos espacios verdes. Tan bello diseño no acabó siendo una realidad.La zona no era muy popular y, cuando estuvo lista, Amsterdam necesitaba espacio para instalar a miles de inmigrantes llegados sobre todo de África y de Surinam, ex colonia holandesa en América.

El actual registro de la población no refleja la vida cotidiana en Bijliner. Muchos de los pisos son ocupados por personas en situación ilegal que evitan cualquier contacto con la policía. En los dos bloques siniestrados había un 60% de inquilinos de origen surinamés y antillano. La policía no sabe si había otras personas ilegales.

El aeropuerto de Schiphol queda bastante lejos, aunque es una de las rutas aéreas utilizadas tras el despegue o aterrizaje de los aviones. Todos los años, 200.000 aparatos pasan por este aeródromo considerado por los usuarios como uno de los más cómodos y seguros del mundo. Nada de todo ello logró conmover ayer a los afectados. El barrio de Bijlmer suma en estos momentos la mayor concentración de extranjeros desempleados de toda Holanda.

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