Un escándalazo
Peñajara / Espiá, Cepeda, Jiménez
Cuatro toros de Peñajara (dos devueltos por inválidos), con trapío, inválidos. Sobreros, de Couto de Fornilhos, con trapío, 3º flojo y encastado, 6º inválido. Luis Francisco Esplá: estocada corta ladeada (ovación y salida a los medios); estocada corta atravesada (ovación y saludos). Fernando Cepeda: pinchazo bajo, otro perdiendo la muleta y bajonazo escandaloso (silencio); pinchazo, otro hondo bajo y descabello (silencio). Mariano Jiménez: bajonazo descarado y rueda de peones (pitos); media escandalosamente baja (silencio). Plaza de. Las Ventas, 4 de octubre. Quinta corrida de feria. Lleno.
Fue un escandalazo. Fue un escandalazo por la invalidez de los toros, por la actitud del palco y hasta por la desconsideración de alguno de los diestros, empeñado en pegarle pases a un toro moribundo, mientras el público le pedía que lo matara de una vez y acabase con aquel bochorno.
Fue un escandalazo que los ocho toros, los titulares más los sobreros, se estuvieran derrumbando continuamente, sin razón que lo justificara. ¿Acaso hay epidemia? Ya son muchas tardes, demasiados años, los que, corrida a corrida, saltan a la arena toros ilidiables a causa de su absoluta invalidez. Luego vienen los taurinos contando una de caballistas: que las dehesas son más pequeñas, con lo cual pretenden hacer creer que los toros viven estabulados, como las vacas lecheras; o que la selección en las tientas no se hace por la casta y la bravura. Y es mentira todo. Las dehesas son más pequeñas que en la antigüedad, sí, pero va uno a cualquier ganadería y se trata de una enorme extensión de terreno, donde deambulan los toros a sus anchas. Y es cierto que algunos ganaderos no hacen la selección en pureza de sus reses, mas el problema no estriba en que resulten mansas, berreonas y coceadoras; es que se desploman en cuanto dan dos vueltecitas por el redondel.
Salían los toros de Peñajara y los sobreros portugueses de Couto de Fornilhos, magníficos de estampa, seriedad en sus fóscas caras, cornalones, musculosos; alegre y firme el tranco, galopaban engallados y retadores, y se lanzaban con creciente codicia en persecución de cuanto se moviera por el redondel. Sin embargo, transcurridos dos minutos, o dos minutos y medio (¡reloj en mano!) ya empezaba a sucederles algo anormal: les claudicaba de súbito el temperamento, se ponían modorros, embestían vacilantes y rodaban por la arena. Muy sospechoso.
El problema, siendo grave de suyo, tendría remedio si, una vez el toro inútil en el ruedo, la autoridad que preside la función desde el palco lo devolviese al corral. Pero el palco es, frecuentemente, un coladero. El funcionario que lo ocupaba en esta corrida, Juan Larnarca, devolvió dos toros, cuando debió devolverlos todos; sobre todo el cuarto, un inválido total, incapaz de dar dos pasos sin desplomarse. La plaza entera manifestó unánimemente su protesta y el presidente Lamarca aguantó impertérrito la bronca, sin hacer el menor caso.
El público pidió a Luis Francisco Esplá que matara inmediatamente esa ruína de toro, y lo hizo, mediante tres ayudados y una estocada. Hubo entonces clamorosa petición de oreja para Esplá el breve, que el presidente no atendió. Claro, la petición iba un poco de broma, para violentar a ese presidente nefasto. Pero tenía su miga. Casi era una declaración de principios: con toros inválidos no debe haber toreo en ninguna de sus formas. Es preferible en estas circunstancias el estoconazo expeditivo, que la terca porfía de naturales y derechazos, por si suena la flauta, sale alguno completo, pica el público y cae una orejita de conmiseración. Eso es lo que hizo Fernando Cepeda -buen capoteador en las verónicas de recibo y en un quite- con total desprecio a los derechos del público y a la propia dignidad de su profesión torera.
Mariano Jiménez no sabía, dónde colocarse y por qué lado debía ponerle la muleta al tercer toro, que lo desbordó. El sexto era otro inválido y le intentó pases inutilmente. A ambos los liquidó de sendos sartenazos. Esplá, por su parte, tuvo magníficas intervenciones de lidiador nato en los primeros tercios; derrochó maestría en el de banderillas del primer toro, al que prendió un espléndido par de poder a poder, y muleteó con eficacia. En definitiva, puso cordura y torería en esta tarde lamentable llena de escándalos. Que no será la última. Mientras continúen saliendo toros aquejados de sospechosa invalidez y sigan poniendo en el palco a ese funcionario recalcitrante, no será la última.
Babelia
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