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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sensatez en Suráfrica

HACE TRES semanas, la situación de Suráfrica parecía encontrarse en un desesperado callejón sin salida. Entonces, una manifestación del Congreso Nacional Africano (una de las "acciones de masas" con las que el partido de Nelson Mandela ha venido presionando al Gobierno de Pretoria para que se avenga a negociar seriamente con la mayoría negra el futuro del país) acabó en una matanza en la frontera de uno de los hómelands, el Ciskei. Aunque la perpetró el ejército del dictador xhosa de este territorio, detrás se adivinaba una siniestra conspiración urdida por los servicios de seguridad del Gobierno de Pretoria.Contrariamente a lo que habría podido esperarse, la reacción del líder del CNA, Nelson Mandela, fue extremadamente moderada. El dirigente negro insiste en que la única salida a la crisis se encuentra en la reanudación de las negociaciones sobre el futuro constitucional democrático de Suráfrica (Codesa) interrumpidas desde junio pasado. Ahora, tanto Mandela como el presidente De Klerk reconocen que la violencia política es el mayor obstáculo para la paz.

En el marco democrático, no sólo están en juego la paz y la tolerancia, sino el futuro económico de Suráfrica, seriamente amenazado por la constante desestabilización del orden público. Las autoridades financieras de Pretoria predicen que, sin acuerdo de paz, el PIB se desplomará a un ritmo del 2% anual en los próximos ocho años, y en el próximo quinquenio el gasto del sector público debe ser reducido del 21% al 16% y la inversión privada tiene que situarse en el 22% del PIB si se quiere que el crecimiento anual se sitúe en magnitudes del 3% al 4%.

En este clima, De Klerk y Mandela se reunieron días atrás para intentar sentar nuevamente las bases del diálogo. Son conscientes de que sólo así podrá alcanzarse un acuerdo en una renovada Codesa que permita convocar elecciones a una Asamblea Constituyente. Entre las cuestiones acordadas por los dos líderes para propiciar "un clima de participación política libre", especialmente de los militantes del ANC, están la promulgación de una amnistía general para que sean liberados 600 presos políticos, la identificación y control de una serie de albergues de trabajadores zulúes que son centros desde los que parten los ataques contra miembros del ANC, la prohibición de que aquéllos lleven sus armas tradicionales en público, el control de operaciones encubiertas de las fuerzas de seguridad, y, finalmente, la suspensión de la política de "acciones de masas" del ANC.

Un buen programa que merece parabienes. Excepto en opinión del jefe de la mayoría negra zulú, Mangosuthu Buthelezi, que lo ha denunciado por considerarlo contrario a los intereses de su pueblo. Buthelezi tiene razón cuando dice que no es aceptable que el futuro de Suráfrica sea decidido por dos (el Gobierno de Pretoria y el ANC) de los 18 participantes de Codesa, especialmente si se considera que su etnia zulú es mayoritaria entre las poblaciones surafricanas. Pero alguien tiene que demostrar moderación y Sensatez, y, en este momento, los dos únicos que las exhiben son De Klerk y Mandela.

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