Los desastres de una plaza

Aunque parezca increíble, existe una pequeña plaza en Madrid, singular como hay pocas y que muchos taxistas desconocen, a pesar de encontrarse a escasos 200 metros del Museo del Prado. Es la plaza de las Platerías Martínez.Con ella no se pueden cometer más atropellos. No conozco bien el orden de las tropelías que ha sufrido, pero digamos que comenzaron con la mal nivelada cimentación de la fuente, sin agua, sobre la que se levanta el busto del ilustre académico, orador, abogado, etcétera, Juan Vázquez de Mella. Un desastre.

A continuación debió de llegar Cabitel y tan mal asentó la plataforÉia de la cabina telefónica, por no hablar del espantoso diseño de ésta, que llamar por teléfono resultará imposible sin sujetarse con manos y espalda a sus paredes. Un desastre.

Seguidamente, o a su vez, apareció Correos con sus alimonados buzones, posiblemente diseñados por el mismo equipo que las cabinas telefónicas. Bueno, pues sin la menor dificultad se le encontró acomodo al buzón, entre fuente y cabina. Un desastre.

Costaba pensar que pudiera dotarse de más servicios a tan minúscula plaza, pero, como no hay nada imposible, una mañana amaneció la plazuela con una de esas hermosas bombonas verderonas para el reciclaje de vidrio, tan graciosa como sus anteriores vecinos. Un desastre.

El colmo se remataba cuando, tras cerrar uno de esos bonitos, aunque polémicos, cafés de la zona, irrumpía en el barrio una de esas feas oficinas bancarias en las que nunca se ve gente dentro. Uno de esos establecimientos que tanto oscurecen algunas esquinas de Madrid. Un desastre.

Y el rien va plus, como dirían en Montecarlo, a la tímida acera que recinta las primeras atrocidades, como para que no escapen de sus lugares, un abanico de vehículos mal aparcados protege del paso de peatones-