Un chileno montó un locutorio ilegal en una casa en obras del centro

Los dos policías nacionales que patrullaban por la calle de Hortaleza el lunes por la noche se quedaron atónitos de la gran lona gris que cubre el edificio que hace esquina con la calle de la Farmacia salía continuamente gente con aspecto de ser extranjera. Pensaron que allí habría un picadero, pero, al entrar, el único pinchazo que encontraron era el que un joven había operado en la línea telefónica de la casa en obras. La factura la pagaba Procisa, la empresa que ha derruido el edificio, y que ha respetado la fachada. Los agentes detuvieron a Cristian Andrés Coppola Oliveros, un chileno de 21 años.

La casa, de cuatro plantas, no es más que un esqueleto atravesado por los huecos de los antiguos balcones. La demolición concluyó a finales de julio, según un obrero que ayer, malhumorado, aseguraba las puertas. "Desde entonces, esto está parado", contaba el hombre, que colocó una chapa encima de la plataforma de hormigón que sostiene los andamios y la lona que cubre la fachada. Allí el chileno tenía su negocio.

"Y mire, mire, las jeringuillas que hay, y no vea la mierda y el olor que hay detrás de la lona, si es que para algunas cosas tenía que vivir Franco, no puede ser", se quejaba el hombre.