Sueños
Soñé que tenía dos cabezas, además de la habitual, sobre los hombros: la de la izquierda era de mi padre; la de la derecha, de mi madre; la mía continuaba en el centro. Cuando me desperté, y aunque la imagen que me devolvía el espejo era la de siempre, yo aún sentía el peso de las dos cabezas invasoras. En el autobús empezaron a discutir a gritos entre ellas porque por lo visto una era del sector renovador del PSOE, mientras que la otra pertenecía al guerrista. Las dos se culpaban mutuamente del desprestigio alcanzado por el partido, intentando cada una ponerme de su lado. Les rogué que se callaran y advertí que la gente comenzaba a mirarme raro, así que me bajé en la primera parada y continué andando.Entonces, la cabeza de mi padre me pidió que le dejara conducir el cuerpo y yo me desentendí de la cuestión muscular. La sensación era muy rara, como cuando le pasas el volante de tu coche a alguien en quien no confías demasiado. De súbito metió el cuerpo dentro de un estanco y me obligó a pedir un librillo de papel de fumar. Resultaba prodigioso sentir cómo actuaban mis dedos en el interior del bolsillo tomando unas monedas con la precisión de una herramienta informatizada. Después, en plena calle, mi padre se puso a liar un canuto con una china que no sé de dónde había sacado, mientras yo intentaba recuperar el control de los miembros desesperadamente. Luego empezaron a pasarse el porro de una cabeza a otra por delante de mis narices y enseguida se pusieron de acuerdo sobre sus diferencias políticas, tachándome a mí de débil y poco espabilado.
Cuando logré recuperar el control volví a casa y me metí en la cama. Soñé que mi cuerpo tenía un sótano en el que mis padres alquilaban por horas mi sistema muscular y nervioso a nuestros antepasados.
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