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Reportaje:

Españoles por la cruz y por Croacia

Una representación de fascistas peninsulares lucha en Herzegovina con los nuevos 'ustachis'

Alfonso Armada

Son jóvenes, fascistas y españoles y sin el menor empacho declaran que combaten por "firmes convicciones políticas", "huir de la rutina" y "estar un poco grillados. Forman parte del decorado surreal de Mostar, la capital de la autoproclamada República Herzegovina Croata, una ciudad de escombros. Enrique Espí Blasco, Bravo y Mauro forman, con otros 30 hombres procedentes de Alemania, el Reino Unido, Italia y Francia, la "unidad internacional" del Consejo de la Defensa Croata (HVO) de Mostar. Enrique, el más franco de los tres, dice que combaten "por Dios y por Croacia".Espí nació en Valencia hace 33 años. Luce en el hombro una bandera española y es el único que se declara, sin ambages, "fascista". Los otros rebajan el. "compromiso ideológico" con otras hierbas: "Ganas de aventura y acción". Bravo, que prefiere reservarse su nombre, nació en Madrid hace 25 años, y Mauro, que prefiere reservarse su apellido, nació en Italia hace 28 años y es hijo de españoles. Los tres luchan junto a los herederos de los ustachis que en los años cuarenta colaboraron con los nazis en la masacre de 700.000 personas entre judíos -y serbios- en campos de exterminio.

"Somos católicos y fascistas", dice Espí. El grado de identificación con el fascismo varía entre los tres y es objeto de vivas discusiones. Es su primera guerra y no se consideran mercenarios: "Nos cuesta dinero estar aquí. Trabajamos en España, y con lo que sacamos, nos vinimos a luchar", asegura Bravo.

Todos se enfrentan con la oposición de sus esposas o novias, que no acaban de ver claro que sus compañeros participen en una guerra que ellos consideran religiosa. Enrique Espí, casado y con una hija de 13 años, admite que le cuesta hacer entender sus motivos a su mujer. "Ella no tiene una gran conciencia internacional. No entiende que vengas a defender una cruz católica y a una gente que amas". Bravo, soltero y con novia en Madrid, no comenta ni el tema de la cruz ni lo que opina su chica. Mauro, que trabajaba en Valencia de camarero y tiene una hija de un año, se extraña de que su mujer no comprenda sus elevadas razones: "Me ha dicho que es la primera y la última guerra a la que voy, que si estoy colgado".

El trabajo de la unidad internacional, con base en Blagaj, a 30 kilómetros de Mostar y bajó el mando de un mercenario gallés, Norris Phillips, de 57 años -que lleva en las falanges de sus manos las palabras Love y Hate,(amor y odio), como el inquietante Robert Mitchum de La noche del cazador-, consiste en "lucha antiterrorista, guerrilla urbana, anti-francotiradores y limpieza", dice Bravo. Llevan en Mostar desde junio, y participaron en la limpieza de la ciudad: cuadricular el terreno y asignar una zona a cada unidad, para operar después casa por casa, buscar francotiradores y detener a los que ocultan armas.

Su opinión respecto a Europa está clara: "Estamos de mierda hasta las cejas". Las causas, ya no tan nítidas. A Bravo le irrita no conseguir piso mientras. "se los dan a los gitanos", y Mauro piensa que "los alemanes han tenido mucha paciencia". "Yo no digo que haya que matar a nadie, pero [los inmigrantes y los gitanos] tienen que ponerse las pilas".

Celebran la decisión del Gobierno español de enviar a un grupo de 300 o 400 legionarios a la antigua Yugoslavia. "A ver si ayudan a arreglar las cosas", dice Bravo. Mostar es el posible destino de las fuerzas españolas, que actuarán bajo bandera de las Naciones Unidas.

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