La CE intenta apuntalar Maastricht con una lectura aceptable para los británicos
Superado por los pelos el referéndum francés la Comunidad Europea (CE) encara ahora su principal asignatura pendiente: la ratificación del Tratado de Maastricht por el Reino Unido. El primer ministro británico, John Major, pidió ayer la revisión del tratado y anunció que, en cualquier caso, no será sometido a debate parlamentario hasta el próximo año. Paralelamente, los ministros de Exteriores de los Doce difundieron anoche una declaración en la que defienden una rápida conclusión del proceso de aprobación sin modificar el texto del tratado. El proceso de integración se encuentra ahora pendiente de la cumbre extraordinaria convocada para octubre.
Los titulares de Exteriores de la Comunidad consensuaron en Nueva York, donde se encuentran para asistir a la Asamblea de Naciones Unidas, un comunicado en el que acogen con satisfacción el resultado del referéndum francés y, al mismo tiempo, se comprometen a que las preocupaciones que emergieron en el debate público encuentren respuestas específicas en el futuro desarrollo interno y externo de Europa". La reunión de los ministros, según fuentes diplomáticas, registró cierta tensión, ya que el ministro de Exteriores británico, Douglas Hurd, presentó a sus colegas un borrador de comunicado que pretendía justificar un retraso en la entrada en vigor de la Unión Europea. Su homólogo francés, Roland Dumas, rechazó el texto recordando que, si después del revés danés de junio, los Doce intentaron impulsar su integración, tras el sí de Francia no podían decretar una pausa. La tesis de Dumas obtuvo el respaldo mayoritario.Sin embargo, parece evidente que, para mantener vinculados a los británicos con la Unión Europea, aumentan los partidarios de realizar una lectura flexible del Tratado de Maastricht. Poco después de que John Major pidiera la revisión del acuerdo, el portavoz del Gobierno alemán, Dieter Vogel, aceptaba que se hiciesen adiciones o clarificaciones" al texto que permitan eliminar los recelos de los euroescépticos. La postura de Gobiernos como el español, partidarios, en teoría, de que no se toque ni una coma, resulta cada vez más difícil.
Páginas 2 a 7 y 17 Editorial en la página 14.
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