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El asalto de Mastrique

Tomo el título de este artículo de una no muy conocida comedía de Lope de Vega, salvo por las alusiones que a ella se hicieron con motivo de la discusión sobre el tratado que se firmó hace unos meses en la ciudad holandesa, hoy conocida en castellano por el topónimo flamenco original y no por su magnífica adaptación de cuando nuestro idioma estaba verdaderamente vivo. Entonces Maastricht era Mastrique por la misma razón que Montaigne era, para Quevedo, el señor de la Montaña y que Lope de Vega castellanizaba como Dragontea todo lo referente a Francis Drake, el gran enemigo de la flota española. En realidad, el título completo de la comedia del Fénix es El asalto de Mastrique por el príncipe de Parma y se publicó en 1614 dentro de una de las partes -la cuarta- de las comedias de Lope.La pieza no es en sí un documento muy europeísta que digamos, centrada como está en la dramatización de uno de nuestros frecuentes episodios bélicos de entonces en tierras de Flandes: el asedio en 1579 de la plaza fuerte holandesa por Alejandro Farnesio, que se resolvió con su entrada en ella a hombros de sus soldados. La comedia, que tiene la corrección habitual del gran clásico cuando se limita a cumplir con su oficio, no está exenta, con todo, de algunas perlas, como la queja de los soldados contra la guerra y sus incomodidades: "¡Oh guerra, soberbia, altiva, sangrienta, homicida y fea! ¡Que viva un cura mil años / entre el frasco y el pernil / y que aquí un soldado vil / muera por reinos extraños!".

Testimonio de una época ya remota, aunque aún revivida en la simbólica y elegante visita que hace unos años hizo la reina Beatriz al sepulcro escurialense de Felipe II, el atroz enemigo de ayer, el título de la comedia lopesca ilustra bien el clima polémico que se está viviendo en España, y en Europa, con la ratificación del tratado, el no de Dinamarca en el referéndum convocado al efecto y el celebrado en Francia. Estamos, sin duda, en el asalto de Mastrique. Ya es más curioso ver quiénes son los asaltantes y quiénes los asaltados. De una parte, el Gobierno ha hecho causa propia del tratado, y con él el partido que lo sustenta y las formaciones nacionalistas. De otra, la derecha dice sí a Maastricht mientras en sus propias filas se solicita un referéndum, a la zaga de los sectores más duros de la izquierda, que han decidido ponerse en contra.

Y así, el señor Aznar critica a Felipe González por irse a defender el tratado a Francia, cuando hacerlo es de sentido común y criticárselo una sesgada, gratuita expresión de hostilidad que, en su fondo, revela poca comprensión del proceso en marcha. Los argumentos de la izquierda radical, digámoslo así, son verdaderamente aflictivos, propios de un pensamiento que sigue siendo apocalíptico, como si no hubiera habido ya bastantes apocalipsis y la historia no exigiera pensar con menos prejuicios y más sentido de la realidad inmediata. Claro que cuando se observa el fervor cuasi religioso con que se procura mantener el depósito de las esencias, no hay por qué sorprenderse demasiado.

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Hay por esos pagos quienes dicen, aunque lo digan en voz baja, que después de Maastricht vendrá Yugoslavia, o sea, la guerra civil europea, así como suena, y además bien prontito. Y quienes no llegan a tanto se revuelven contra la falta de autonomía que va a dejar el famoso tratado, como si antes de él la hubiera habido abundante. Esto recuerda aquello tan divertido del comienzo de la transición, cuando algún conspicuo estratega diseñó la vía asturiana al socialismo. La verdad es que si hasta ahora ha existido autonomía, notarse se ha notado poco. Y pensar que como nos quiten, o nos controlen, el territorio, nos quitan también la capacidad de maniobra, me parece que revela bastante poca confianza en las posibilidades propias.

Yo no voy a hacer el elogio de la "Europa de los mercaderes", frase ésta que leí a menudo cuando estaba vivo el ominoso. Supongo, porque sé de Maastricht lo que sabemos todos, es decir poco, que sí, que habrá mucho mercader por medio, cosa que a mí no me parece bien (hay a quien le chifla hasta el orgasmo, sobre todo entre los conversos al liberalismo), pero, desde luego, lo que sí sé es que si hubiéramos estado siempre donde estaban los principales países de esa Europa de los mercaderes, con mercaderes incluidos, nos habría ido bastante mejor de lo que nos fue. Aquí lo que nos llegó de Europa fueron monsieur De Maistre y demás integristas (lo del pensamiento tradicional español es un puro cuento), que inspiraron a nuestros ultramontanos del XIX; luego vino la Action Française en forma de Acción Española, y, en fin, después vinieron los fascismos italianos y alemanes. Así, pues, ni libertad de comercio ni de pensamiento ni de nada.

Lejos de mí equiparar una libertad y otra o hacerlas indisociables. Aunque si uno lee a Larra y a Galdós (y hay que leerlos) se da cuenta de la tragedia que fue la falta de una verdadera burguesía. Pero, desde luego, después de tantas internacionales y en ristre y bien bullentes las multinacionales, venir ahora con las identidades nacionales me parece bastante excéntrico. Si el capitalismo está atado y bien atado, eso es anterior a Maastricht y no va a ser Maastricht precisamente quien lo erija en triunfador. Lo de la "Europa de las patrias" es, por lo demás, muy conservador, a poco que se sepa quién fue el padre de la frase. Por el imperio no fuimos a ningún Dios. Por el camino de las patrias, a Europa nos la dejan en nada entre japoneses y americanos. Por la Unión Europea a lo mejor vamos a alguna parte. A lo mejor.

Dicen los expertos que, con la recesión en curso, no sacaremos mucho de Maastricht. Quizás. Pero tal como anda el mundo y la misma Europa por el Este, las desventajas de que todo eso se convierta en papel mojado serían posiblemente mayores. Basta con mirar a Alemania y los riesgos que podría acarrear su escoramiento hegemónico hacia la Europa central y oriental. Yo comprendo que hay motivos para ser pesimistas sobre el fin del capitalismo. Pero siempre será preferible -eso al menos enseña la historia- un capitalismo europeo y hasta cierto punto civilizado que no las autarquías parduzcas (o azulencas) y las rancias y acrisoladas expresiones de capitalismo choricero. En alguna ciudad de Andalucía que yo me sé hasta van a poder elegir la próxima vez a un alcalde que no sea el turdetano que por ahora les ha tocado en suerte. Ya es algo.

Miguel García-Posada es crítico literario.

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