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Al olor de las sardinas

Si el rey de la fiesta comunista fue el mojito cubano, las reinas fueron las sardinas. Ante un inmenso pórtico de piedra que oculta el pabellón de Cantabria, se desplegaban en hilera sobre la parrilla. Una cortina de humo envolvía a los cocineros que, con camisetas y un pañuelo anudado al cuello, les daban vueltas y más vueltas. Media docena de sardinas, 300 pesetas; una docena, 500. El perfumado humo se extendía por la calle, ocultaba el puesto vecino de sobaos pasiegos y llegaba hasta los sufridos ocupantes del pabellón de Nicaragua.

Al olor de las sardinas llegó Marcelino Camacho, fundador de CC OO, tras mojar unos culínes de sidra en la recepción ofrecida por el PCE en el pabellón de Asturias. Vestido con una guayabera beis, Camacho fue contundente en sus declaraciones sobre las voces disidentes de IU que apoyan el sí a Maastricht, encabezadas por Nicolás Sartorius. "Nico es una buena persona, pero es el ser o el no ser, la eterna duda. Yo no quiero repetir esa frase de Ortega, yo soy yo y mi circunstancia, pero igual que la personalidad puede imponerse sobre los orígenes, los orígenes también pueden imponerse sobre la personalidad".

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'Mojitos' cubanos contra la nostalgia
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