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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Belgrado y Sarajevo

LOS EFECTOS de la Conferencia de Londres se están manifestando en tres centros principales: en Belgrado, en la zona de los combates y en Ginebra, donde deben desarrollarse las negociaciones para alcanzar; en principio, un acuerdo sobre soluciones políticas.. Pero es en la capital serbia donde se han producido los hechos más sorprendentes. Elegido en julio pasado primer ministro de la "nueva Yugoslavia" (formada hoy sólo por Serbia y Montenegro), Milan Panic -un millonario norteamericano de origen serbio- ha sido considerado hasta hace poco como un pelele de Milosevic, que éste había escogido para aminorar en lo posible el aislamiento de Belgrado. Es cierto que la elección: de Panic fue decidida porlel presidente de Serbia. Este dirige al antiguo partido comunista (ahora llamado socialista) y sigue aplicando muchos de los métodos del sistema de partido único, incluyendo el silenciamiento de la oposición.En ese marco, la transformación en el último mes del papel político de Panic tiene una significación profunda: su actitud se ha inclinado cada vez más hacia las soluciones pacíficas. Criticó con nitidez el incumplimiento por los serbios de los anteriores alto el fuego, abogó por el reconocimiento de Bosnia-Herzegovina y condenó las operaciones de las bandas irregulares serbias para imponer la limpieza étnica. En la Conferencia de Londres, Panic se comprometió a fondo a aplicar las decisiones adoptadas.

Todo ello ha provocado una conmoción profunda en el partido de Milosevic: el sector ultra" aliado con los fascistas del partido de Sesel , presentó una moción de censura para derribar a Panic. Pero el propio presidente Cosic (un hombre de Milosevic) invitó a los diputados a rechazarla, alegando que la caída del Gobierno condenaría a Serbia a un aislamiento suicida. La población ha reaccionado masivamente a favor de Panic: el 70%, según los sondeos. Toda la oposición se ha colocado a su lado. Y dentro del propio partido de Milosevic ha surgido la ruptura: la dirección de Montenegro. dice que hará todo para que Panic siga en el poder y la dirección serbia ha pedido a sus diputados que no voten la censura. Milosevic, aunque permanece silencioso -como hizo en Londres-, está encajando serios reveses: escogió a Panic para mejorar su imagen internacional, pero ahora éste se ha convertido en un nuevo polo político serbio que pide la eliminación de la vieja guardia y encuentra un amplio respaldo, precisamente porque defiende una política de paz. Esta evolución, que no ha caído del cielo, demuestra que, las sanciones contra Serbia, por insuficientes que hayan sido, han surtido efecto. Una población ayer engañada por lemas nacionalistas se da cuenta ahora de que no puede seguir enfrentada a la opinión mundial.

¿Hasta qué punto, y cuándo, la evolución en Belgrado se hará sentir en la conducta de los grupos armados serbios de Bosnia? Es difícil saberlo. Esos grupos han anunciado que someterán sus armas pesadas al control de la ONU, pero dan largas y no hay garantías de que cumplan su compromiso. Es un tema en el que la ONU -bajo cuyo mando nuevos efectivos van a ser enviados a la zona de Sarajevo para hacer efectivas las decisiones de Londres- debe actuar de manera enérgica. El Consejo de Seguridad ha insistido en que todos los acuerdos de Londres deben ser cumplidos. Ello requiere que a la firmeza de los textos aprobados en Londres corresponda una actitud igualmente firme sobre el terreno. La experiencia dirá si los 6.000 hombres que la OTAN va a poner a disposición de la ONU habrán de ser ulteriormente reforzados. En todo caso, Londres es el inicio de una acción internacional destinada a restablecer en Bosnia, con medios políticos, económicos y militares, unas condiciones mínimamente humanas. Hay que poner fin a la ley de unas bandas armadas que, como lo demuestra la evolución en Belgrado, están muy lejos de lo que piensa la opinión serbia.

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En Ginebra, las negociaciones aún no se han iniciado. David Oweri ha tenido razón en decir que serán largas: no se trata sólo -aunque sea lo más urgente- de poner fin a las acciones de guerra. Hay que prevenir situaciones explosivas: exigir de Serbia -y el propio Panic lo asume- que otorgue a los albaneses de Kosovo una autonomía real, en vez de empujarles a reacciones de desesperación. Hace falta asimismo preparar fórmulas que permitan a largo plazo la convivencia de poblaciones hoy sumidas en la guerra. Para no construir sobre arena será preciso -junto a la necesidad de crear un sistema de protección de las minorías con garantías internacionales- preparar desde ahora las nuevas asociaciones imprescindibles entre los Estados de los Balcanes, a fin de que éstos no queden marginados de una corriente mundial que impone la realidad de nuestra época.

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