Los mineros de Madrid
600 hombres construyen la ampliación del metro en un trabajo penoso y arriesgado
Unos hombres están excavando las entrañas de Madrid. A cielo abierto o en túneles subterráneos, los obreros realizan un trabajo penoso y anónimo que no está libre de riesgos. El incentivo: un sueldo goloso durante algunos años. El fin: las obras de ampliación del metro para 1 cerrar la línea 6 y prolongar la línea 1. Las estadísticas de siniestralidad más recientes son las del Eurotunnel, en el canal de la Mancha, en cuya realización murieron nueve hombres. En la Comunidad afirman que en los dos años que ya duran las obras sólo se han sufrido accidentes sin importancia.
La mayoría de los obreros coincide en que la construcción y la minería son dos de los trabajos más peligrosos que existen. Las obras actuales del metro combinan ambos aspectos.Los 200 hombres contratados para la prolongación de la línea 1 (Plaza de Castilla-Portazgo), que a finales de 1993 contará con tres -nuevas estaciones, están trabajando fundamentalmente bajo tierra. Los 400 hombres encargados de abrir los siete kilómetros de red que cerrarán la línea 6 (Laguna-Ciudad Universitaria) están excavando a cielo abierto, aunque en determinados tramos el trabajo es subterráneo.
La línea 6, que entrará en funcionamiento en 1995 con seis nuevas estaciones, será la única circular y conectará las demás líneas de la red. Tendrá conexión asimismo con todas las líneas ferroviarias suburbanas con la mayoría de los autobuses metropolitanos y con la futura estación de autobuses interurbanos. La línea 1 permitirá acceder al metro a unas 30.000 personas. El coste refleja su importancia: 40.000 millones de pesetas para la línea circular y 8.000 millones para la línea 1.
El trabajo es duro, pero se paga bien. El riesgo es lo que más se cotiza. El sueldo de los que excavan bajo tierra ronda las 300.000 pesetas, unas 50.000 más que el de los que trabajan en superficie. El pico y la pala siguen siendo las herramientas fundamentales de los hombres-topo que, encorvados, van abriendo el camino.
"Es un trabajo penoso. Las características del terreno, duro a veces y otras blando, impiden mecanizar el trabajo y obligan a excavar a mano", indica Manuel Arnaiz, jefe del servicio de Construcciones de la Comunidad. "Muchos no lo aguantan", afirma José Sánchez, mientras le resbala por la cara el agua que se filtra en el oscuro pasadizo de la línea 1. José, de 47 años, lleva 22 trabajando en túneles.
Los que excavan a cielo abierto consiguen igualar ese sueldo a base de horas extras, primas y especialización. Ferrallas que trabajan los armazones de hierro que consolidan las paredes, sol dadores, maquinistas o picado res llegan a trabajar 12 horas al día durante semanas. Para aguantar este ritmo se necesita un cuerpo de acero que resista los 40 grados y el sol abrasador del verano y las lluvias, el Viento y el barro del invierno.
MiI ojos bajo tierra
Todos afirman realizar el trabajo más duro. "El peor es el de los ferrallas, siempre encorvados, cortando, doblando y transportando el hierro", asegura Pepe Ponce, el jefe de los ferrallas del tramo de la línea 6 que atraviesa el río Manzanares. En torno a él, los peones. transportan sobre los hombros desnudos barras de 30 kilos' de peso. "Se endurece el carácter, pero yo ya no haría otra cosa. ¡Ferralla hasta la muerte!", exclama, Pepe, que se declara analfabeto, empezó a los 16 años a trabajar con el hierro. Tiene 48.En todas las conversaciones surge la amenaza de un posible accidente, ya que pocos se libran de los golpes de las herramientas o de la maquinaria. La rotura de un cable o el fallo de los motores de máquinas que llegan a pesar 50 toneladas puede ser mortal. Bajo tierra, especialmente, se necesitan mil ojos. En los túneles jamás se trabaja a destajo y hay dos turnos rigurosos.
El más viejo de los topos no suele sobrepasar los 40 aflos. Esta profesión no tolera el envejecimiento ni la claustrofobia y, aún menos, el miedo. "Si piensas que tienes que bajar, no lo haces", confiesa Juan Pedro Arjona, de 32 años. "Yo sigo porque tengo dos hijos, pero no me gustaría cumplir los 40 en el túnel".
Para prevenir accidentes, hay un comité de seguridad e higiene en la obra que controla los equipos de ventilación, el alumbrado, los botiquines o que los hombres lleven el equipo adecuado. Por si hace falta un control más estricto, hay una comisión permanente de seguridad de la Comunidad. Pero ninguna de las dos parece poder evitar que los hombres se quiten el casco o dejen las botas de plástico por las zapatillas o, las sandalias "porque se suda mucho". "Cuando hay verdadero peligro nos ponemos serios: '¡Mira chaval, o te pones el casco o te vas a la puta calle!', y entonces nos obedecen", cuenta Leoncio Delgado, uno de los contratistas de las obras.
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