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Entrevista:

"La cultura indígena no tiene que ser cristianizada"

Defiende una teología de la liberación que ponga rostros a los pobres, que sitúe al mismo nivel su raza, clase y sexo, y no anteponga su contexto socioeconómico. Afirma que la "inculturación" es una trampa, otro colonialismo. "El reto", dice, "está en que nosotros, cristianos, aceptemos que no necesariamente la cultura indígena sea cristianizada". Se llama Ivone Gebara. Es teóloga y religiosa brasileña y ha visitado recientemente España para asistir a un encuentro del Instituto Fe y Secularidad.

Pregunta. Hace 20 años que la teología de la liberación fue presentada en Europa. Como teóloga y como mujer, ¿qué balance puede hacer?

Respuesta. La mujer comenzó a entrar en la teología de la liberación de una forma autónoma hace unos cinco o seis años. La teología de la liberación ha estado muy ligada a todo el contexto sociopolítico, económico y eclesial de América Latina. Lo que podemos llamar crisis de la teología de la liberación tiene su origen en ese contexto, pero yo también creo que radica en gran parte en una falta de renovación, tanto de sus contenidos como de la estructura que la sustenta. Y es en este último punto donde yo quiero situar la teología feminista, la hecha por mujeres. Las mujeres, en América Latina, como en todas las partes del mundo, comienzan a sentir ahora que hablar de lo humano comporta hablar de personas que tienen su historia, su cultura y su sexo. La cuestión del género, masculino o femenino, nunca tuvo lugar ni en las ciencias sociales, ni en la antropología ni en la teología. Ahora estamos en un nuevo momento, el de la diversificación de la teología de la liberación.

P. ¿En qué consiste?

R. El escenario es semejante: la perspectiva de liberación social, económica y política. Pero, a partir de este escenario, existe la diversificación propia del mundo indígena, por ejemplo. Esto es, la recuperación de la tradición indígena, pero no necesariamente de una tradición cristiana indígena. Para mí, el reto está ahí, en que nosotros, cristianos, aceptemos que no necesariamente la tradición indígena sea cristianizada. Hemos de meternos en lo más profundo de los valores humanos, que no son abstractos. Son muy concretos: el respeto por el otro, por su cultura, por la solidaridad, la misericordia, la fraternidad, la distribución de bienes, etcétera.P. ¿Defiende la recuperación de las culturas indígenas más que su evangelización?

R. Exactamente. Soy muy consciente de que ya no es posible una recuperación pura del mundo negro, por ejemplo. Pero lo que me parece importante es que la Iglesia católica no meta su proyecto hegemónico. Hay que permitir una autonomía, como se busca la autonomía de los pueblos. Por ejemplo, si no queremos que Estados Unidos y los siete grandes digan la última palabra sobre los pueblos del Tercer Mundo, la Iglesia católica tampoco puede decir la última palabra sobre lo que tiene que ser ahora el cristianismo indígena o negro en América Latina.

P. ¿Antepone el diálogo intercultural e interreligioso a la "inculturización"?

R. Yo encuentro que la inculturación es una trampa, un nuevo proyecto colonialista. Cuando tú preguntas qué es inculturar te responden que los valores cristianos. El amor es un valor cristiano, pero ¿cómo vas a inculturarlo? A esto último no saben responder. En realidad, lo que quieren es continuar con lo mismo: introducir el tambor en la liturgia, permitir oraciones indígenas o el uso de un turbante, a la africana. El fondo, para mí, es aceptar el diálogo para construir el mundo, pero desde la diferencia. Esto no lo aceptan.

P. La mujer tampoco está en pie de igualdad con el hombre en la Iglesia católica.

R. Creo que hemos llegado ya a un momento en el que las mujeres no soportan más una cierta determinación del absolutismo del poder de la jerarquía masculina; no soportan más un tipo de teología que las excluye desde el principio. Éste es un proceso muy lento, que no afecta sólo a América Latina, sino a todos los demás países donde el cristianismo se ha instalado.

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