George Lavaudant triunfa con el montaje de 'Terra incognita'
Aviñón 92 tiene ya, salvo sorpresas de última hora harto improbables un claro vencedor: George Lavaudant y su Terra incognita, espectáculo estrenado en la cantera Les Taillades, un lugar cercano al pueblo de Cavaillon, a unos 30 kilómetros de Aviñón; el mismo escenario en que Brook presentó su montaje de La tempestad shakesperiana el pasado año.
Georges Lavaudant es un artista de 45 . años, actualmente co-director,del Théátre National Populaire de Villeurbanne (Lyon) con Robert Grillet y Roger Planchon. Es, sin duda, uno de los personajes más carismáticos de la escena francesa, dotado de un gran poder de seducción, capaz de despertar a un tiempo entusiasmos y odios viscerales, como le ocurre a Patrice Chéreau. Su primer espectáculo en Aviñón fue Louve basse, en 1977. Una adaptación de la novela homónima de Denis Roche. Ya entonces causó escándalo y sirvió de pretexto para que Paul Puaux, comunista, compañero de Vilar y a la sazón director del festival, destituyera a Lucién Attoun, responsable de su programación. Colette Godard (Le Monde) no dudó en calificarlo como "l'événement le plus riche du Festival l977".La fama y la gloria de Georges Lavaudant eran ya una realidad. Lavaudant iba a convertirse en "el director de los años ochenta", el hombre de "las imágenes de ensueño", más próximo a la herencia situacionista que los ideales del teatro como servicio público promulgados por Vilar y los hombres de su generación.
No es de extrañar que un artista de tales características despertase escasas simpatías entre determinados teatreros de la transición española, repantigados en sus sillones nuevecitos, cubriendo sus vergüenzas suspuestamente brechtianas con la pudorosa dramaturgia de las denominadas nuevas tendencias escénicas. Lavaudant, "el frívolo", "el rey del teatro-escaparate", no perturbaría el tedio de los escenarios carpetobetónicos. Ahora, para esa crítica, Terra incognita vale por sí sola el viaje de este año al festival de Aviñón. Y para mí también.
Inquietante belleza
No resulta nada fácil definir (para qué) qué cosa es Terra incognita, ni las fotografías que me ha facilitado el festival dan una imagen ni que sea aproximativa de su deslumbrante e inquietante belleza.Lavaudant dice que esa Terra incognita podría ser "el nombre de un dancing atemporal, reserva inagotable de historias y anécdotas que hay que descubrir y redescubrir noche tras noche, botella tras botella".
Un dancing de mala muerte -el fantasma de El farolito de la novela de Lowry está ahí-, con danzones y boleros, con chulos, putas y trasvestidos; con hombres-piratas y mujeres-pulpos; con ternura y violencia; con un "conquistador" encerrado en la bodega, recitando las célebres Coplas de Jorge Manrique, al que a veces el dueño del local deja salir a la superficie para beber un mescalito y asustarle con la música que toda la orquesta: "Los marcianos llegaron ya y llegaron bailando ricachá...".
Un dancing por el que se pasea la muerte, vestida de volantes, con un corpiño color púrpura...
Babelia
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