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"Este es mi hombre"

Bill Clinton goza de una cualidad fundamental para Regar a la Casa Blanca: inspira confianza

Antonio Caño

La convención del Partido Demócrata terminó en la noche del jueves en Nueva York (madrugada de ayer, hora española) en un ambiente de triunfalismo refrendado por las últimas encuestas, que le dan una ventaja considerable sobre los republicanos. El ya oficial candidato demócrata a la presidencia, Bill Clinton, clausuró la reunión con un discurso en el que ofreció al pueblo norteamericano un "nuevo consenso" ("new covenant"). Clinton se presentó como el candidato de las clases medias, de los que "trabajan, pagan impuestos y acatan las leyes". El candidato demócrata insistió, con un lenguaje nuevo para los demócratas, en el esfuerzo y la responsabilidad individuales.

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Bill Clinton propone "un nuevo consenso nacional".

Hay muchos factores que influyen en el electorado norteamericano a la hora de votar por un presidente: su origen, su historial político, sus creencias religiosas, sus inclinaciones morales y, por supuesto, su programa económico. Pero hay una más, difícil de medir, que puede resultar decisiva a la hora de apostar por uno u otro candidato: su capacidad para generar confianza, para proporcionar credibilidad y seguridad. Los estadounidenses necesitan tener fe en la persona que llevan a la Casa Blanca.Mucha gente fuera de este país no entiende todavía cómo pudo ser presidente un actor, de mediocre bagaje intelectual y político, como Ronald Reagan. Solamente sus dotes para despertar entusiasmo¡ esperanza, pueden explicar el tremendo éxito que su candidatura obtuvo. George Bush llegó a la presidencia arrastrado todavía por la corriente generada por su antecesor. Bush, en realidad, nunca provocó más pasión que la del continuismo, y ahora está pagando las consecuencias de aquella situación.

Después de cuatro años en la cumbre del poder, George Bush no ha acumulado más saldo que el de la experiencia. Teóricamente, el actual presidente es, por tanto, perfectamente batible.

Pero no por cualquiera. Ross Perot ha experimentado en su propia piel que la incertidumbre, a la larga, no da paso más que a la duda y, finalmente, a la desconfianza y al fracaso. El hombre que quiera ocupar la presidencia de Estados Unidos tiene que darse a conocer primero ante su pueblo, abrirse las carnes como en un sacrificio primitivo y provocar entre el norteamericano medio -el que no va a manifestaciones ni a convenciones, ni discute habitualmente de política con sus amigos- la expresión: "Éste es mi hombre".

Bill Clinton, el candidato del Partido Demócrata a la presidencia norteamericana, va camino de conseguir ese objetivo, pero todavía le queda un buen trecho por recorrer.

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Hasta hace apenas un par de meses, la gente de este país sabía pocas cosas de Clinton, y la mayoría eran negativas: que utilizó influencias para librarse de la guerra de Vietnam, que tuvo una relación extramatrimonial con una rubia explosiva, que probó marihuana en su juventud. Los elementos positivos eran que recordaba algo a John Kennedy y que había hecho un buen trabajo como gobernador del pequeño Estado de Arkansas.

En las últimas semanas se han ido descubriendo otras facetas de la nueva figura nacional: que supo salir adelante de una infancia difícil en una familia destruida, que fue un estudiante aplicado y después un político trabajador, que es un hombre honesto y decente, que está próximo a los sufrimientos del ciudadano común. Pero, por encima de todas estas cualidades, Bill Clinton se ha mostrado como un hombre capaz de hacer frente sin desmayo a las peores adversidades, como un ser humano sólido y esforzado cuyo segundo apellido merece ser Tenacidad.

William Jefferson Blythe nació hace 45 años en Hope, uno de esos pueblos que nadie sabe encontrar en el mapa de Arkansas. Su pasado es tan humilde que ni siquiera su apellido actual le pertenece. Su padre murió antes de que el niño naciera, y su madre volvió a casarse con un vendedor de coches que le dejó al muchacho el nombre por el que se le conoce actualmente.

Apoyo para su madre

Aunque vivió parte de su infancia con sus abuelos, el joven Clinton siempre supuso un gran apoyo para su madre, que pasó anos muy amargos junto a un marido borracho que la golpeó en más de una ocasión. Clinton tuvo que enfrentarse un día a su padrastro en una conversación que todavía permanece en su memoria: "Escúchame bien, porque no quiero volver a repetirlo", le dijo. "Espero que nunca, nunca jamás, le vuelvas a poner la mano encima a mi madre".

Tampoco le tembló la voz cuando, años después, siendo ya gobernador de Arkansas, tuvo que autorizar el arresto de su único hermano, Roger, que consumía cocaína y lucha todavía hoy contra el alcoholismo. Bill Clinton fue elegido en 1978, con. 32 años de edad, el gobernador más joven del país, tras una brillante etapa como estudiante.

Después de salir de Hope para cursar estudios de enseñanza media en el vecino pueblo de Hot Springs, consiguió una plaza en la Universidad de Georgetown, en Washington. Allí se vinculó por primera vez con el mundo de la política y obtuvo la prestigiosa beca Rhodes, que le dio derecho a continuar sus estudios en Oxford (Inglaterra). Concluyó su formación en la Escuela de Leyes de la Universidad de Yale, la misma en la que estudió Bush.

De su etapa de Washington, Clinton se llevó, sobre todo, una foto para la historia: aquella en la que, como un joven de la Legión Americana, visitó la Casa Blanca y estrechó la mano del presidente Kennedy. En Yale conoció a Hillary Rodham, con la que se casaría después y de la que ha tenido una hija, Chelsea, de 12 años.

El candidato demócrata comenzó a comprobar la clase de mujer que tenía a su lado cuando le llegaron en 1980 las primeras hieles de su carrera: la derrota en la reelección para gobernador. Clinton confiesa haber aprendido mucho de esa experiencia, en la que demostró su falta de prejuicios ideológicos, su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias y para presentar el perfil necesario para ganar unos comicios. Volvió a la gobernatura dos años después, ayudado por su mujer, que aceptó, por fin, hacer suyo el apellido de su esposo, conforme a la costumbre norteamericana.

Frente a la adversidad

En la convención demócrata de 1988, Clinton volvió a demostrar su capacidad para afrontar la adversidad. El gobernador de Arkansas fue entonces el encagado de presentar la candidatura de Michael Dukakis, y su discurso fue tan largo y aburrido que la audiencia acabó interrumpiéndole con gritos de "¡fuera, fuera!".

Sus asesores cuentan hoy que cualquiera que hubiera estado en una posición tan embarazosa como la de Clinton aquel día hubiera querido que la tierra se lo tragase. Sin embargo, este gran fajador se presentó horas más tarde ante los periodistas, que lo humillaron sin piedad.

En está misma campaña electoral, cualquiera que hubiera visto a Clinton en los meses de su derrota en New Hampshire, o cuando los periódicos sensacionalistas lo maltrataron durante las primarias de Nueva York, hubiera sido incapaz de predecir que el candidato demócrata llegaría adonde está hoy.

Bill Clinton no sólo ha conseguido, por ahora, salvar su imagen, sino rodearla de contenido, convertirla en expresión de una nueva generación de políticos que aspira al poder para cambiar las cosas en Washington.

El mismo periódico que destapó su controvertido expediente militar, The New York Times, escribe hoy: "Además de representar a su generación -una generación de hombres ambiciosos y políticamente flexibles-, Clinton ha adquirido durante su experiencia en el Sur un ángulo pragmático y una sonrisa fácil".

Cuando Clinton entró en esta campaña electoral, su única esperanza de. éxito parecía ser un estrepitoso pinchazo de Bush. Hoy, Clinton está en condiciones de ganar por sí mismo, independientemente de lo que haga el presidente. Tiene por delante más de tres meses para convencer al electorado.

Gore, un pasado aristocratíco

El candidato demócrata a la vicepresidencia, Albert Gore, es un hombre a quien s e ha criado desde la cuna para ser presidente. Tiene todo el pasado aristocrático y la solidez familiar que le faltan a Bill Clinton, pero ambos coinciden en su manera pragmática, moderna y centrista de entender la política.El padre de Albert Amold Gore, Albert Gore II, ocupó durante más de treinta años, un escaño en el Congreso, donde se opuso a la guerra de Vietnam. A su hijo, sin embargo, le tocó participar en ese conflicto. Al Gore nació hace 44 años en Washington, pero su patria chica está en Carthage (Tennessee), donde vivían sus padres. Hizo sus estudios de enseñanza media en la capital de la nación y, posteriormente, se graduó en la Universidad e Harvard.

En 1976, a los 28 años de edad, ganó un puesto en la Cámara de Representantes, ocho años después llegó hasta el Senado, donde permanece desde entonces en representación del Estado de Tennessee.

Está casado con Mary Elizabeth, a la que todos conocen como Tipper y que responde al perfil del ama de casa norteamericana que complementa perfectamente la personalidad rebelde e independiente de Hillary Clinton. El matrimonio ha procreado cuatro preciosos hijos rubios.

Al Gore fracasó en sus aspiraciones presidenciales en 1988. Desde entonces ha adquirido estatura política y se ha ido perfilando como uno de los escogidos para ocupar un día la presidencia en nombre de su partido. En los últimos años ha destacado especialmente como un defensor de la causa del ecologismo. Su libro sobre el tema, Earth in the balance, fue un éxito de ventas.

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