La racionalidad de las invitaciones
Hay veces que cuando uno acude a un concierto, una obra de teatro, un ballet o cualquier otro acontecimiento cultural organizado o subvencionado por alguna institución pública, sale un poco desconcertado ante la calidad de la obra y la poca afluencia de público. Evidentemente no estoy generalizando, pues cuando se trata de alguna compañía archifamosa (puede que sólo porque haya salido varias veces en televisión), el conseguir una entrada o, ya dentro, una butaca se convierte en una odisea peor que la de Ulises.Me refiero a esas situaciones en las que, 'incomprensiblemente, la taquilla anuncia que no quedan localidades, y cuándo entras dentro casi un 30% del aforo está vacío - (como sucedió en el concierto de Narciso Yepes en Sevilla). ¿Qué significa esto? ¿Es, por casualidad, que muchas de las invitaciones enviadas no se han usado? De verdad que es una lástima. No sé exactamente la sensación que produce en los artistas ver el patio de butacas medio vacío (que supongo no será muy agradable), pero sí sé la sensación que produce en el público el cartel de "no hay entradas" (¡evidentemente, el público que no llegó a conseguirlas!).
¿Es posible que los organizadores no busquen una solución a esto? Me parece que hay soluciones fáciles, y no pretendo que la mía sea original, puede que incluso se sume al montón de cartas de cualquier buzón de sugerencias, lo que no entiendo es cómo no se ha puesto ninguna en práctica.
Partiendo del hecho de que muchos actos culturales tienen un cupo de invitaciones ineludibles, pero, al mismo tiempo, reconociendo que sólo una pequeña parte son disfrutadas, mi propuesta es la siguiente: ¿por qué no se envían notificaciones en lugar de enviar invitaciones? Es decir, tomemos el caso de un diplomático, un alcalde, un amigo del director, etcétera, al que se le en vían un par de invitaciones. Si no pretende acudir porque tiene otros compromisos, o no le interesa, o simplemente se ha perdido la carta en Correos, la noche de la representación habrá dos butacas vacías. Sin embargo, no tificándole que tiene reservadas dos invitaciones en la taquilla, si le interesa acudir, una simple llamada de teléfono será suficiente para que la reserva se haga efectiva, y si no, le interesa, ésas y otras invitaciones no confirma das pueden ponerse a la venta, digamos que a partir de media hora antes del comienzo de la obra.
Está claro que la tranquilidad de tener unas invitaciones sobre la mesa del despacho es algo importante a considerar, pero creo que ya es hora de que consideremos el uso real que se hace de ellas y el que podría hacerse. ¡Y, en cierta medida, algún derecho debe quedarles a los pobres que en alguna ocasión guardaron turno en largas colas y cuando sólo les quedaban dos personas delante vieron colgar el temido "no hay entradas"! Al menos la esperanza de que queden entradas aumentará media hora antes del concierto en lugar de disminuir.-
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