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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Que lo aclaren

EL COMUNICADO difundido el viernes por ETA no es muy diferente de otros que le precedieron: supedita un compromiso de interrupción temporal de la violencia a la aceptación de una serie de condiciones no muy precisas, pero cuya culminación sería el inicio de conversaciones políticas entre los terroristas y el Gobierno. Si nos atenemos a su contenido estricto, el papel carece de interés, puesto que esa vía está cegada: ni el actual ni cualquier otro Gobierno podrían aceptar una negociación en la que en contrapartida al cese de la violencia (temporal, por lo demás) se comprometiesen concesiones políticas como las contenidas en la alternativa KAS sobre el futuro de Navarra, la reforma de la Constitución, etcétera. No podría aceptarlo por razones de principio, pero tampoco por motivos de interés: hacerlo significaría asumir riesgos (para su propio futuro político y el del sistema democrático) superiores a los derivados de la existencia de ETA.Pero si el contenido es el mismo, no lo son las circunstancias que lo rodean. La dirección de ETA está encarcelada, y el acoso policial hace inoperante su recambio. La organización está además atravesada por serias disensiones internas. Si el papel puede ser tomado en consideración es, entonces, porque su contenido no hubiera sido muy diferente si en lugar de tratarse de la cantinela de siempre escondiese la búsqueda de una retirada honrosa. No es realista suponer que, en caso de ser esto último, la oferta hubiera contenido un reconocimiento de su derrota y la petición de un armisticio. Más bien lo contrario.

Para dilucidar de qué se trata en realidad podemos aplicar dos criterios: el que se deduce de los pronunciamientos públicos de los jefes del conglomerado ETA-KAS-HB, y el que deriva de los comentarios reservados de algunos de esos dirigentes en su correspondencia, recientemente desvelada. El mismo viernes en que ETA enviaba su oferta, Herri Batasuna difundía un comunicado en el que aseguraba que siguen ex¡giendo motivos "para que la lucha armada sea una realidad de contestación a la violencia institucional". En una entrevista reciente, el portavoz de la Mesa Nacional de HB, Floren Aoiz, declaraba que "la alternativa KAS está plenamente vigente y el derecho de autodeterminación es innegociable". Por ese lado, por tanto, no hay nada que hacer. Especialmente porque, simultáneamente, el organismo encargado de coordinar todo ese tinglado, la coordinadora KAS, comunicaba el pasado día 19, en las páginas de Egin, que como mucho podrían negociarse "las modalidades y ritmos de aplicación de la alternativa KAS, no sus contenidos", y, por otra parte, que, con negociación o sin ella, la lucha armada seguiría siendo imprescindible "mientras no se hayan logrado la independencia y el socialismo".

Es decir, justo lo contrario de lo que se deducía de la correspondencia de Eugenio Etxebeste cuando, tras admitir que la lucha armada "no es un fin en sí mismo, sino un medio susceptible de ser revisado", y que la población ya no la admite, proponía abrir un debate sobre su oportunidad a fin de evitar que la derrota operativa implique "perder la batalla política". También proponía revisar la alternativa KAS, por considerarla desfasada, y se pronunciaba por un mayor protagonismo de HB. El hecho de que fuera el propio Etxebeste quien venía defendiendo, contra Artapalo, la conveniencia de una tregua, unido a su confirmación como interlocutor por el comunicado del viernes, podría indicar que en ETA se ha impuesto una corriente partidaria de una salida realista.

Pero no hay ninguna prueba de ello, y es a ETA misma (o a sus portavoces civiles) a la que corresponde aclararlo: debe indicar que ha comprendido que para encontrar una salida no necesita acreditar su capacidad de matar, sino, precisamente, demostrar que es capaz de dejar de hacerlo. Entretanto, el escepticismo no es que sea recomendable: resulta obligado.

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