_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Checoslovaquia y Europa

Hay, al menos, tres buenas razones por las que Checoslovaquia debe permanecer unida: la primera es Václav Havel; la segunda, que la di visión genera la violencia, y la tercera, que todos nosotros, checos, eslovacos y europeos, seríamos los que más podríamos perder si el país se desgaja. En su reciente Meditaciones de verano, Havel ha llamado la atención sobre las ilusiones tanto de, los eslovacos que proponen "simplemente seguir adelante y declarar la independencia" como de los checos que "alegremente gritan en los bares: '¡Que se: vayan... ! ", y afirma con preocupación: "La muerte de Checoslovaquia desestabilizará toda la región". Pero así es hoy Europa, las buenas razones no parecen triunfar. Hemos entrado en la Europa de la sinrazón, de las emociones más primarias, de las viejas enemistades y de la espiral de la disgregación.¿Qué podemos hacer para frenar este proceso? Porque tenemos que detenerlo si queremos preservar y avanzar en las conquistas de una existencia civilizada. Checoslovaquia misma simboliza lo mejor de las aspiraciones europeas. El año 1968 es una fecha motivo de orgullo en su historia y en la de Europa. La revolución de terciopelo no está olvidada. Desde entonces, el país ha hecho el mayor de los esfuerzos por crear las condiciones necesarias para conseguir una paz duradera con sus vecinos. Incluso ha tratado a diversos grupos del interior con ejemplar tolerancia. De hecho, Checoslovaquia es un modelo de lo que una heterogénea nación-Estado puede hacer por sus ciudadanos. Es un modelo para Europa.

¿Debemos hablar de todo esto en pasado? Claramente, los eslovacos sienten hacia Praga lo que muchos escoceses hacia Londres, y quizá lo que la mayoría de los daneses hacia Bruselas. Las burocracias lejanas desdeñan a las regiones más débiles (esto es lo que dice la gente), y pretenden hablar por los que quieren tener voz propia. En cuanto a Checoslovaquia, no ayuda mucho el hecho de que los votantes checos hayan apoyado a un partido, y a un líder, que prescribe la medicina de mercado en su forma más rigurosa, según el método de Hayek. Václav Klaus puede tener éxito en parte de los territorios checos, pero Eslovaquia, con su industria pesada -constituida en su mayor parte por complejos industriales militares-, quedaría desvalida. Los eslovacos, por su parte, no ostentan ningún récord de comportamiento intachable respecto a otros grupos étnicos de su entorno. Uno se estremece al pensar en la cuestión húngara estallando en Vojvodina, Rumania y Eslovaquia.

Por tanto, ¿qué podemos hacer para prevenir la desestabilización de toda la región? Las fuerzas moderadas han sufrido una terrible derrota en las elecciones del 6 y 7 de junio. Jiri Dienstbier, Petr Pithart e incluso Alexander Dubcek ya no estarán más en el Parlamento, o sólo representarán a grupos minoritarios. Pero antes de que la parte occidental del país se convierta en una república checa y morava seguramente habrá presiones -y no precisamente del castillo [nota de los traductores: alusión al castillo de Hradcany, sede presidencial checoslovaca]- para poner de manifiesto que esta república gozaría de poco favor entre los inversores o los Gobiernos extranjeros. Probablemente los eslovacos lo saben. Uno sospecha que sus líderes comienzan a sentirse un poco asustados de su propio éxito; seguramente saben que con una total independencia no podrían mantener su promesa de un futuro mejor. Por consiguiente, es el momento de utilizar todos los recursos constitucionales posibles para llegar a un acuerdo de tipo federal / confederal que pueda ser sometido a referéndum, y recomendado a la población, en ambas partes del país.

Todo esto nos aleja de Europa. "¡Ach, Europa!", es lo que quisiéramos gritar junto al autor alemán Hans Magnus Enzensberger. Europa está tan confusa, tan perdida en el laberinto de su propia construcción, tan desorientada en el mundo real... ¿Tendremos todavía la fuerza necesaria para clarificar de una vez nuestra posición antes de que sea demasiado tarde?

La respuesta de Europa sería muy sencilla. No es incumbencia del resto de Europa decir a los checos y eslovacos qué clase de constitución deberían adoptar. Pero sí podemos afirmar que la federación / confederación checoslovaca sería un miembro bienvenido y activo en la construcción europea, mientras que las dos partes, como Estados separados, sólo podrían convertirse en un área problemática más. También podemos decir que las condiciones -que han sido establecidas, aunque no observadas- de reconocimiento y participación en Europa en el caso de Yugoslavia son preocupantes para nosotros. Si los húngaros de Eslovaquia son tratados como los polacos de Lituania, no cabe duda de que Eslovaquia no sería aceptada en la comunidad de naciones y se vería también aislada de Europa. La elección es dura, tanto para el señor Meciar como para el señor Klaus. Esto no es aplicable, sin embargo, a la primera de mis buenas razones: Václav Havel.

He argumentado algunas veces que las nuevas democracias sólo se normalizarán cuando los intelectuales que portaban la antorcha durante la revolución vuelvan a sus escritorios. Incluso el maravilloso Václav Havel ha tenido problemas recientemente con la política. Pero ahora se le necesita de nuevo, y de mala manera. Verdaderamente, la hipotética y difícil reelección de Havel podría muy bien ser la prueba decisiva para el destino europeo de Checoslovaquia.

Ralf Dahrendorf es decano del St. Anthony's College de Oxford. Traducción: R. Cifuentes y P. Ripollés.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_