El espejismo de Nirvana / Teenage Fanclub
Kurt Cobain (voz y guitarra), Chris Novosolic (bajo), Dave Grohl (batería). Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. 3 de julio. Nueve de la noche. Entradas: 2.500 y 3.500 pesetas. 5.000 personas.
El Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid no se llenó ni consiguió que lo que ocurría dentro elevase el calor de la expectación. Sobre su escenario pasaron Teenage Fanclub y Nirvana; nada más se supo de Surfin' Bichos.
Teenage Fanclub no pudo luchar contra los elementos. Con un sonido débil y con la acústica como rival, no consiguieron llegar a un público que esperaba la entrada de los nuevos ídolos, Nirvana. Cuando comenzó su actuación la banda de Seattle, el disperso público se apiñó frente al escenario. Una hora y media sin concesiones, un concierto estructurado, una distancia insalvable y un comenzar los temas que siempre hacía pensar en su conocido Smell like teen spirit. Nirvana parecía ahogarse en su propio sonido, quizá demasiado complaciente.
Lo mejor, ellos mismos con sus instrumentos; sobre todo, y por encima de sus originales e inconfundibles riffs de guitarra, el batería Dave Groffi: ágil, rápido, incansable, efectivo y contundente. Nirvana ha sabido explotar la creatividad individual de sus componentes y hacer temas redondos y de gran impacto. Unir el pasado duro con el presente más melódico, ésa es su seña de identidad.
El ambiente, aunque caluroso, no alcanzó las cotas de intensidad esperadas y todo fue sobre ruedas, sin más misterio que el de haber descubierto un secreto: sus discos son más fuertes que su directo.
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