Paz
Bueno, parece que está uno como más tranquilo, y es que todo se va arreglando poco a poco. Ya tenemos, de un solo golpe, ministro de Exteriores y de Educación. Por otra parte, el Rey ha vuelto a casa y Guerra ha reaparecido en televisión negando las interpretaciones sucesorias y confirmando de paso que González y él son eternos, al menos por ahora. Por cierto, que también Juan Guerra sale estos días en la prensa con sus juicios y sus cosas. El paisaje, en fin, empieza a resultar familiar después de un tiempo de desasosiego, de cambio aparente, de vacío. Es una pena que no sea Navidad ahora que estarnos todos juntos y tan bien avenidos.
Quizá para contribuir a esta reinstalación del cuarto de estar patrio, Pujol ha pedido a sus conciudadanos que durante los Juegos Olímpicos no abucheen al Rey ni se metan con las banderas ni con los himnos de los otros, aunque sí pueden pedir la libertad para Cataluña en inglés, a ver sí Bush se entera de una vez por todas.
Son estos pequeños detalles los que dan estabilidad a un hogar proporcionando esa atmósfera tan grata de mesa camilla. Por ejemplo, nadie ha advertido que en los últimos tiempos, y como por casualidad, algunos personajes públicos han empezado a retratarse en ropa de casa para reforzar ese clima. La semana pasada, coincidiendo con las celebraciones del 50º aniversario del Pascual Duarte, vimos a Cela en albornoz dentro de algunos periódicos. Poco antes, con motivo de la concesión del Príncipe de Asturias, pudimos apreciar los surcos, más que arrugas, del pijama de Francisco Nieva. El domingo último fue Terenci Moix quien se deshabilló para salir en EL PAÍS. Vamos, que leer el periódico es como ir al baño y cruzarte con tu cuñado en camiseta. Sólo falta que Carmen Sevilla se ponga rulos para salir en Tele 5.
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