Falta de credibilidad de los políticos y crisis del sistema
Veinte años después del Watergate, cuando Estados Unidos asombró por la capacidad de regeneración de su sistema político, este país vive en medio del torbellino desatado por Ross Perot, que no es más que, de nuevo, el símbolo de la crisis actual de ese sistema.
Como consecuencia del Watergate, varias medidas fueron tomadas por el Congreso norteamericano desde 1972 para garantizar la limpieza de la actividad política y combatir la corrupción. Pero, lo que la opinión pública describe como políticos tradicionales, siguen hoy en el mismo bache, una ausencia cada vez más extendida de credibilidad.
"En los 18 años que han pasado desde que Richard Nixon dimitió, se ha pasado de un sentimiento de que el sistema funciona a un clima muy generalizado de insatisfacción. Las elecciones ahora son menos corruptas, pero, probablemente, más repulsivas", afirma The New York Times.
Cheques sin fondos
El senador demócrata Paul Sarbanes, que votó en su día a favor de procesar a Richard Nixon, cree que el Watergate no permanece con suficiente fuerza en la mente de los norteamericanos y, menos aún, en la de sus presidentes.
Lo mismo se podría aplicar al Congreso, cuya popularidad es todavía más baja, si cabe, que la de la Casa Blanca y cuyos miembros se han visto hace pocos meses envueltos en un escándalo por la utilización masiva de cheques sin fondos del banco de la institución. Otras instituciones sagradas como el Tribunal Supremo y la prensa son también objeto de polémica estos días.
"La prensa es menos acomodaticia con los funcionarios" -hay que recordar que en 1972 los medios de comunicación tardaron varios meses en sumarse a la investigación iniciada por The Washington Post-, afirma el analista Adam Clyner, "pero se ha hecho tan agresiva que le quita credibilidad a las cosas de las que informa".
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