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Noticias de ETA en alta mar

El parte de víctimas del último atentado Ilega al navío que transporta la llama olímpica

Faltaba poco para la hora del desayuno cuando, el pasado miércoles, la mayoría de la dotación de la fragata Cataluña, la nave de la Armada que mañana llegará a Empúries desde Atenas transportando la llama olímpica, recibió una noticia dolorosa: un día antes, un coche bomba había estallado en Madrid al paso de una furgoneta de la Armada. Uno de los heridos graves, el capitán de navío Miguel López. Nuche, es compañero y amigo desde hace 20 años del comandante de la Cataluña, José María Gárate.

El capitán de fragata Gárate prefiere no saber nada más sobre el atentado. Prefiere no sufrir innecesariamente a bordo. "Cuando lleguemos a puerto ya nos enteraremos exactamente de lo que ha ocurrido, pero ahora no podemos hacer nada", dice Gárate resignado. "Por eso", añade, "es mejor no saber". Dos oficiales y un cabo comentan indignados la noticia, aunque los tres coinciden: "Lamentablemente, los atentados terroristas son tan frecuentes que consiguen que te acostumbres y reacciones ante cada nuevo crimen como si de algo normal se tratase".Tras el desayuno, los altavoces dan órdenes para la realización de ejercicios marineros (hombre al agua, fallo en el gobierno de la nave), de armas (simulacro de lanzamiento de torpedos antisubmarinos) y de honores (formación para saludo a la voz).

A bordo hay dos oficiales y un cabo que participaron en el despliegue naval español, durante la crisis y la guerra del golfo Pérsico. Los tres sonríen al recordar aquella misión y compararla con ésta que les lleva hacia Empúries con un símbolo de paz universal a bordo. En opinión del ¡cabo primero Guillermo Darriba, de 32 años, lo peor de la aventura del Golfo fue la. incertidumbre. "Allí, en el mar Rojo, no sabíamos qué estaba ocurriendo en la zona de conflicto", recuerda.

El recuerdo más firme de aquello que guarda el alférez de navío Juan Fernández, nacido en Cehegín (Murcia) hace 31 años, se remonta, al día que interceptaron un barco que transportaba combustible sólido del que utilizan los misiles Scud, una de las principales armas del arsenal iraquí. "Aquel día sentí que realmente éramos útiles", rememora. Aquellas inspecciones en busca de material prohibido por el embargo de la ONU constituían los momentos de mayor peligro para los marinos", indica el alférez de navío Jesús Paz.

Fernández, Paz y Darriba celebran que les haya caído en suerte una "misión de champaña" o, en palabras del teniente de navío Ignacio Camón, un gaditano de 34 años, una "misión de bodas y bautizos".

Los marineros de reemplazo también opinan de modo similar. "Esto es una cosa histórica",. dice Pedro, jienense de 21 años. "Es que algo así no se ve cada día", remacha Francisco, un malagueño de 18 años. "Siempre podremos volver a Grecia, pero nunca más tendremos la oportunidad de transportar una llama olímpica".

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