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Primera potencia, segunda dama

Marilyn Quayle niega que EE UU haya descuidado su presencia en la exposición de Sevilla

Elsa Fernández-Santos

Marilyn Tucker Quayle, de 43 años, estudió Derecho en la Universidad de Indiana, pero en 1972 se casó con el millonario Dan Quayle, hoy vicepresidente de Estados Unidos, tuvo tres hijos y nunca llegó a ejercer su profesión. Anteayer, Marilyn Quayle fue la representante del Gobierno norteamericano en el día nacional de EE UU en la Expo. "La tradición en nuestro país es que la primera o la segunda dama representen al Gobierno en este tipo de acontecimientos", dijo seca y tajante cuando se le indicó que todos los países participantes, excepto Estados Unidos, habían enviado a La Cartuja a sus jefes de Estado o a miembros de sus Gobiernos. Quayle añadió que su presencia en la Expo no constituye ningún tipo de descuido del Gobierno de EE UU hacia España.

La segunda dama de Estados Unidos es morena y lleva las uñas cortas y sin pintar. Vestida con un traje de chaqueta de seda naranja, rojo y morado, un collar de oro y un discreto broche, concedió 15 minutos de entrevista a seis periodistas que no necesitaban a los cuatro guardaespaldas y a las tres mujeres que tomaban nota de todo para sentirse intimidados, porque los ojos azules y brillantes de Marilyn Quayle son suficientemente fulminantes. Todo en ella es aparentemente dulce e inocente: la sonrisa, la voz. Pero pronto se descubre que sólo es eso, apariencia. Un joven redactor de Los Angeles Times preguntó: "¿Cómo explicaría usted un país que aquí exhibe como máxima atracción el original de la Carta de Derechos mientras suceden casos como el de Rodney King en Los Ángeles?". Quayle contestó: "Lo primero que hay que hacer a la hora de explicar un país como el nuestro es decir que tenemos libertad de prensa, y que los periodistas pueden presentar las cosas como quieran. Parte de la culpa de lo ocurrido tras el veredicto del caso de Rodney King fue porque la prensa no reflejó de una manera justa lo ocurrido en el juicio". Y añadió: "Algunos elementos sensacionalistas de los medios de comunicación sólo han destacado las pruebas más evidentes, y esto ha sido algo desafortunado. En el juicio hubo muchos otros factores a los que no se ha dado la importancia que tienen. Todo lo ocurrido después ha sido terrible, pero en ningún momento cuestiona el sistema norteamericano, que sigue funcionando". "En nuestro sistema judicial, uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Los juicios son abiertos, todo el mundo puede ver lo que ocurre desde el primer momento y sacar sus propias conclusiones".

Quayle, que viajará desde España a la Expo de Génova -donde se celebra el quinto centenario de Colón-, dice no entender por qué el pabellón norteamericano en la Expo de Sevilla ha recibido críticas tan duras. "Es alegre, encantador y con un mensaje positivo", dijo. Y añadió, refiriéndose a la principal atracción del recinto: "La Carta de Derechos es un documento importante no sólo para los norteamericanos, sino también para infinidad de países que la están tomando como base para crear sus propias democracias. Yo he viajado a los países del Báltico, a Chile, El Salvador y Nicaragua, y he visto con orgullo cómo están creando sus propias democracias a partir de nuestro sistema".

Zimbabue, Zambia y Suráfrica son, después de Italia, los destinos de Quayle -presidenta del Comité Internacional de Consejo para Desastres-, que quiere cerciorarse personalmente de la sequía de esos países africanos.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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