Orgullo y fanfarria
Mientras la España oficial va a coger el sofisticado tren-AVE- del futuro, la España real queda apeada en la estación del presente. Mientras la España oficial invierte su fanfarria faraónica disfrazada de folclore y escaparate y disparate, la España real, de realidades concretas, contempla el paseo presuntuoso por la supertecnología de la posmodemidad. Cuestión de prioridades. La España de los contrastes. Los agravios comparativos tienen su razón y sus razones de ser. Mientras la España oficial desgrana sus panochas de Expoleches, para oportunistas comensales del tostoneo, mostrando, dicen, lo mejor de España, la España real vocifera lo absolutamente mejorable de sí misma. La España oficial es horizontal, la España real es vertical. La España real es el tonto del pueblo.
Por lo menos, a los mezquinos, a los faltos de ecuanimidad, a los huérfanos de servidumbres políticas, que los dejen desintoxicarse de esas alucinaciones colectivas que inyectan desde el poder.
Por lo menos, que los dejen discrepar y sembrar dudas.-
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