Venid y vamos todos
En 1978, Dire Straits se gastó 1.250.000 pesetas en grabar su primer disco. Al frente del grupo -como compositor, guitarrista y cantante-, estaba Mark Knopfler, cuyo atractivo estilo se basaba en recoger la tradición guitarrística de grandes maestros. Hank Marvin, de los Shadows, le inspiró la limpieza de sonido; J. J. Cale, la suavidad y la dulzura en el fraseo; Chet Atkins, la técnica antigua del picking (ejecución con los dedos en lugar de la púa).Canciones como Sultans of swing ensalzaron al músico ya maestro, al grupo y al estilo hasta que poco después de su segundo disco -Communique (1979)-, Knopfler le cantó una nana a su guitarra y la puso a dormir. Endureció su sonido, rebajó las improvisaciones y alcanzó la meta: una música para todos los, públicos. Hoy, 14 años después, Dire Straits recauda, por lo menos 50 millones de pesetas en cada uno de los, por lo menos, 300 recitales que ofrecerá por todo el mundo durante, por lo menos, 18 meses, y presenta su actual espectáculo casi como La historia más grande jamás cantada. El delirio hecho música.
Dire Straits
Mark Knopfler (voz, guitarra), John Illsley (bajo, coros), Alan Clark (teclados, coros),'Guy Fletcher (teclados, coros), Chris White (saxo, percusión, coros), Paul Franklin (pedal steel guitar), Phil Palmer (guitarra, coros), Chris Whitten (batería), Danny Cummings (percusión, coros). 13.000 personas. Preció: 3.800 pesetas. Velódromo Anoeta. San Sebastián, 5 de mayo.
Luz y sonido
San Sebastián deliró en la primera actuación de su gira española, que comenzó con Calling Elvis, un tema de su último disco que sirvió a la banda para calentar motores, a Knopfler para desvelar su estilo y a Paul Franklin para mostrar sus grandes cualidades al pedal steel guitar, que barniza de country muchos de los ambientes creados por un grupo formado por excelentes músicos. Después llegó el twist-rock con Walk of life, los tiempos medios con Heavy fuel y, una vez caldeaIdo el ambiente, las baladas, mezclando con habilidad temas antiguos y nuevos. El sonido -excelente en la perpendicular del escenario y más. deteriorado en los laterales- y las luces -impresionantes por su adecuación a la música-, contribuian a que el espectáculo no tuviese fisuras, encandilando al encantado y variopinto público donostiarra. En este aspecto, sobresaliente.En lo musical, hay más tela que cortar. Desde que Knoplier acunó a su guitarra, parece que aún no ha despertado. De aquel, estilo virtuosista, original e imaginativo de sus primeros discos, conserva sus detalles más primorosos pero se echa en falta la dosis de aventura que transforma el asombro en emoción. Parece que. Knopfler se conforma con repetir -exquisitamente, eso sí- los clichés de sus orígenes, y su trabajo con la guitarra resulta previsible. Esto hace que las canciones se extiendan en largos puentes y finales en los que apenas pasa nada, casi tiempos muertos sostenidos por la brillantez de un espectáculo de luz y sonido.
Pero las canciones de Knopfler -sencillas armónica y rítmicamente- oscilan entre agradecidos tiempos medios-rápidos y baladas de gran lirismo en las melodías, por lo que su digestión es fácil y saludable, y su aceptación segura. Así, Dire Straits ha convertido su manera de entender el pop en la música popular de final de siglo, y ese es su mérito: convertir sus canciones en un venid y vamos todos.
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