Gesta de Cubino en la etapa riena
Laudelino Cubino (Amaya) se impuso ayer en la etapa reina. Atacó sin piedad entre las nieblas y las nieves del Tourmalet. Solo se fue, coronó dos puertos míticos y propició la esperada criba entre los favoritos. Jesús Montoya sorprendió, aguantó entre los selectos e incluso se permitió el lujo de demarrar al final y ganar una renta de 20 segundos más. Pedro Delgado minimizo las pérdidas. Tony Rominger, segundo ayer, se coloca también segundo en la general. La etapa más esperada dejó en seis los hombres con posibilidades. Corredores como Alcalá, Bruynell, Zulle o Mauri dijeron su última palabra.
"Cuando veo mi sombra en el suelo, me siento feliz". Cubino era un hombre obsesionado con el sol, con el calor. Entre las brumas y a casi cero grados, sobre los puertos más altos que nunca haya pasado la Vuelta, ayer rompió sus complejos. En el Tour del 88 había llevado a cabo una gesta semejante. Era en julio y el sol derretía el asfalto. No tenía opción al triunfo en la general, que tenía asegurado Delgado. Fue distinto ayer. No hubo miles de personas estrechando la carreterá en los 2.114 metros de altitud del Tourmalet. Sólo había moles enormes de nieve, apresuradamente apartadas a la cuneta por las máquinas para permitir su paso. Y, sobre todo, ayer era un hombre peligroso. Un favorito al triunfo. No un corredor alejado al que los grandes permiten un día de gloria efímera.Se escapó subiendo el Tourmalet. Quedaban aún más de 50 kilómetros para la meta. Hasta el final, dos puertos de categoria especial. Su ventaja sobre los otros seis héroes del día -Rominger, Montoya, Etxabe, Parra, Giovannetti y Delgadonunca superó los dos minutos. Su punto más débil, el descenso, lo aprovechó para recuperar. Su diferencia bajó a menos de un minuto. Salvó el peligro, los perseguidores no le anularon. De nuevo a subir. La vista fija en la distancia. Sentado, moviendo con soltura el desarrollo. Constante, sin mirar nunca atrás, llegó solo a la meta.
Fue una escapada a la antigua que formaba parte de la tenaza de su equipo. El corredor más peligroso, Pedro Delgado (Banesto), estaba sin equipo -Como Lemond en el Tour de 1989- y a su rueda viajó constantemente el líder, Montoya. Delgado intentó que triunfara el método, la inteligencia. Dejó que el más fuerte, el suizo Tony Rominger (Clas), marcara el ritmo de caza. No podía permitirse irse solo detrás de Cubino. Vigilante para el Amaya estaba también el colombiano Parra. Rominger llevaba un compañero, Etxabe. Giovannetti bastante hacía con aguantar. Habría sido suicida un ataque de Delgado. Rominger, de repente se cansó de la sombra del segoviano. Atacó en la subida final. Delgado se encontró más solo y sin fuerzas para seguir al suizo.
El segundo brazo de la tenaza se movió con precisión. Jesús Montoya, efectuada la tarea de zapa, maduro el contrincante, atacó fuerte en los dos últimos kilómetros. Imposible seguirle. El sorprendente maillot amarillo consiguió 20 segundos, magníficos para su moral y para infundir respeto.
Alcalá, Roche, Rooks, Theunisse, Zülle y Breukink se perdieron, cedieron varios minutos y pasaron al olvido.
Más de 60 corredores se libraron por la campana de llegar fuera de control. La organización decidió alargar el tiempo máximo de retraso hasta 58 minutos.
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