Tres familias apoyadas en tres siglas
La "integración" es el objetivo más dificil del IMI, el salario social
Pedro Luis García, Mercedes Barrena. y Jesús Lobato forman parte de las 8.273 familias que han apoyado su vida en tres siglas: IMI (ingreso madrileño de integración). Sobre todo en la tercera. Pero esa letra constituye el objetivo más a largo plazo y más dificil del programa IMI. Los tres conocen el paro y el empleo en precario, sus ingresos familiares están incluidos en los baremos de pobreza y tienen un bajo nivel educativo. Han solicitado el salario social como una ayuda a sus menguados bolsillos. Y esperan que no sea pan para hoy y hambre para mañana.
Los tres residen en lugares distantes entre sí. Sólo han coincidido para la fotografía de este reportaje; pero sus vidas muestran además otras coincidencias.
Jesús Lobato
Casado, 36 años, cuatro hijos, vendedor ambulante, vive en una chabola del Cerro de la Mica.Jesús lleva toda su vida dedicado a la venta ambulante, algo común entre la población gitana. Vive con su esposa y sus cuatro hijos -de 13, 11, 7 y 4 años- en una chabola del Cerro de la Mica censada por el Consorcio para el Realojamiento. Todos los días sale con su furgoneta para vender ropa y telas en mercadillos de la sierra madrileña. Cercedilla, Moralzarzal y Collado Mediano son algunos de los municipios donde monta su tenderete. Jesús asegura que, al no contar con un puesto fijo en un baratillo, sus ingresos medios no superan las 50.000 pesetas mensuales.
Desde hace un año recibe además 56.000 pesetas del IMI instaurado por la Comunidad de Madrid. "Es una ayuda que nos viene muy bien, porque antes teníamos que hacer milagros con el sueldo", comenta. No ve muy claro que a través del programa IMI consiga una formación que le permita dar otro rumbo a su situación económica. Pero afirma que está dispuesto a intentarlo. Jesús explica que le gusta la electrónica y que sería interesante hacer un curso para probar suerte en este campo. "Ya lo solicité, pero por ahora no hay plazas", argumenta. En su adolescencia trabajó de aprendiz durante dos años en Iberduero, y desde entonces le ha quedado ese gusto por los cables.
Mercedes Barrena
Soltera, 31 años, parada, vive con su madre y una sobrina a su cargo en una vivienda social de San Fermín.Mercedes era de las que pensaban que el IMI sólo podía solicitarlo la gente con hijos. Ella tiene 31 años, está soltera y figura en las listas del paro. No tiene descendencia, pero, de alguna manera, ejerce de madre. Desde que su hermano y su cuñada comenzaron a pincharse, la hija de ambos, una niña de siete años, vive con ella y con su madre de 68 años en una vivienda social del barrio de San Fermín (Usera). Ahora los padres de la pequeña están encarcelados por robo. "Mi hermano (el padre de la niña) regresará pronto a casa, pero siendo ex presidiario y ex toxicómano no creo que encuentre trabajo".
Esta mujer de 31 años llegó a trancas y barrancas a octavo de EGB, pero no consiguió el graduado escolar. Trabajó temporalmente en una fábrica y en una guardería. Durante nueve años cuidó un niño. Hace un año ingresó en el hospital Doce de Octubre aquejada de asma y de alergia. A partir de aquello, cada vez que utiliza algún desinfectante o desengrasante, como el amoniaco, sufre fuertes ahogos.
La enfermedad le ha cerrado la posibilidad laboral de limpiar casas. Lleva un año en el paro. En ese tiempo, ella, su madre y su sobrina se las han tenido que arreglar con las 45.000 pesetas de pensión de viudedad de la anciana. Desde hace tres meses, a esa cantidad se suman 37.500 pesetas del IMI.
Al solicitar el salario social se comprometió a seguir un curso de dos horas diarias para obtener el graduado escolar. "Yo sé leer y escribir, pero muy mal, hago muchas faltas de ortografía", comenta. Mercedes espera que el graduado le ayude a conseguir un trabajo de cajera o de dependienta en un supermercado.
Pedro Luis García
Soltero, 30 años, parado, vive con sus padres jubilados en una vivienda social de Entrevías.Pedro Luis solicitó el IMI un poco de refilón. Fue su madre la que se acercó al centro de servicios sociales de Entrevías para explicar que tenía a su hijo en casa, sin trabajar y sumido en la desgana. Desde que en octavo de EGB dejó la escuela, este joven soltero de 30 años ha ido saltando de una ocupación a otra: recadista, persianero, barrendero, repartidor de publicidad, obrero... Siempre empleos temporales. En los últimos tiempos no encontraba trabajo, por lo cual las broncas eran frecuentes en el domicilio familiar de Entrevías, donde vive con sus padres, un albañil jubilado de 63 años y un ama de casa de 61 con la salud delicada.
De toda la retahíla de oficios que ha conocido, el único que ha hecho mella en él es el de camarero. Por eso cuando los asistentes que gestionan el programa IMI le propusieron seguir un curso de hostelería no se lo pensó dos veces. El año que ha pasado aprendiendo los entresijos del oficio de camarero ha sido definitivo para él. Ahora, con un título en el bolsillo, una experiencia tras la barra y una mayor autoestima, se siente con fuerzas para buscarse la vida.
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