Un catolicismo en pie de guerra
Ha sido Miguel Fisac quien ha puesto el dedo en la llaga en su fugaz aparición televisiva: lo que importa no es "la beatificación del señor Escrivá" (sic), sino que con ella alienten ideas como las de "santa intransigencia" y "santa coacción" que tan contrarias resultan "a la tolerancia y a la libertad de los hijos de Dios".En efecto, el número 387 de Camino dice:
"El plano de santidad que nos pide el Señor está determinado por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza".
Y el 399:
"Si, por salvar una vida terrena, con aplauso de todos, empleamos la fuerza para evitar que un hombre se suicide.... ¿no vamos a poder emplear la misma coacción -la santa coacción- para salvar la Vida (con mayúscula) de muchos que se obstinan en suicidar idiotamente su alma?".
Pues no. Para mostrarlo, voy a situarme imaginariamente en el punto de vista del creyente.
Es doctrina constante de la Iglesia católica que el acto de fe es el punto de convergencia de la gracia divina y de su libre aceptación por el individuo. La "santa coacción", pues, no tiene cabida
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donde cada uno ha de elegir por sí mismo.
Si alguien "se obstina en suicidar idiotamente su alma", el creyente debe rogar a Dios predicar con el ejemplo y abrirse a un diálogo-no-apologético que busque en común la verdad. Pero si logra una conformidad por coacción, no le servirá de nada, pues sólo es válida, como decía, la Iibre aceptación".
De otro lado, la Declaración sobre la libertad religiosa, que promulgó el Vaticano II, condena expresamente toda coacción. Veamos:
"... crece el número de los que exigen que los hombres puedan actuar... sin sentirse perturbados por coacción alguna... La verdad no se impone sino por la fuerza de la propia verdad... Todos los hombres... están obligados... a prestar adhesión a la verdad ... ; ahora bien..., no pueden satisfacer esta obligación de forma adecuada a su propia naturaleza si no gozan de libertad psicológica... La libertad o inmunidad de coacción en lo religioso, que compete a las personas individualmente consideradas, se les debe reconocer también cuando actúan en común... En la difusión de la fe religiosa y en la introducción de costumbres hay que abstenerse siempre de toda clase de actos que puedan tener sabor a coacción o a persuasión no honrada o menos recta ......
¿Es necesario más?
El Vaticano II señaló a la Iglesia católica la misión de dialogar con el mundo moderno, "buscando en común la verdad" -como decía- y confiando en que ésta brillará por sí misma con la ayuda invisible de Dios. Camino nos propone, al contrario, un catolicismo de cruzada que "coaccione santamente" todo disenso idiota.
Parece que Juan Pablo II ha querido acelerar la beatificación de monseñor Escrivá de Balaguer, incluso permitiendo trámites procesales abreviados y parciales, que han sido criticados, para dar un espaldarazo a esa visión de un catolicismo en pie de guerra que conicide con su idea beligerante del papel de la Iglesia. Esto, en efecto, y no lo que se haga con la persona de monseñor Escrivá, es lo que es de lamentar.
Y digo lamentar porque, aunque ya no soy creyente, y por tanto es claro que la cosa no me afecta religiosamente, me preocupa -y me da pena- que una fuerza social tan poderosa como lo es la Iglesia católica haga ondear gallardetes de combate. Cuando su aportación podría ser tan constructiva, tan positiva. De hecho, lo fue con el Concilio, con Juan XXIII y Pablo VI, en España, en el lance de la transición.-
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