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Los civiles

Rosa Montero

¿Qué pensarían ustedes de un patrono que, a la jubilación de sus empleados tras muchísimos años de trabajo, maniobrara hasta echarles de sus casas? ¿Y que también arrojara a la calle a las viudas de los asalariados fallecidos? Déjenme contestar por ustedes: que es un desalmado; que es un bestia; que ignora que el caciquismo y la esclavitud acabaron hace tiempo. Pues bien: eso, exactamente eso, es lo que está sucediendo con la Guardia Civil. Que les ponen de viudos y de viejos en la calle, con exiguas pensiones, a buscarse la vida.La verdad es que no entiendo por qué pasa lo que pasa con la Benemérita. No entiendo que llamándose civiles sean militares. Y tampoco comprendo su destino de cenicientas con pistola. Quiero decir que son los más pobres y los más maltratados de entre todas las fuerzas de seguridad. Arrastran quizá los civiles demasiada historia: han sido muchos años de mover el tricornio por el país. Ahora ya no llevan el pesado capote verde susto, y les han puesto unas gorrillas pintureras en lugar del rígido charol. Pero ahí parece haberse terminado la modernización: siguen viviendo, por ejemplo, en las casas cuartel, muchas veces ruinosas e incómodas, y que además son un maldito invento, se me ocurre, que contribuye a aislarles de la ciudadanía. Y, por si fuera poco, ponen de patitas en la calle a viudas y viejos. Es ésta una barbaridad que no pasa en la vida civil: la Ley de Arrendamientos Urbanos lo prohíbe. Y tampoco sucede en el Ejército gracias a un decreto de Defensa. Pero los de la Benemérita, aunque son militares, son tratados de modo distinto: se ve que los pobres viven en otro siglo. Luego nacen los Tejeros y nos asombramos. Pero si querernos que un colectivo respete y aprecie la legalidad democrática, habrá que tratarlo democráticamente y con justicia.

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