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Reportaje:

Bajo la marquesina de la historia

La estación de Atocha celebra con el AVE un siglo de existencia ferroviaria

La historia no se repite, pero sí se solapa. Cuando el ministro de Obras Públicas y Transportes, José Borrell, inaugure mañana la nueva estación de Mediodía, origen de la línea de alta velocidad entre Madrid y Sevilla, habrán transcurrido 100 años desde que culminasen las obras de remodelación del vetusto embarcadero de Atocha. Un siglo de ferrocarril discurre ya por las traviesas de una estación que inicialmente debió su existencia al empeño de la Casa Real en conectar la ciudad de Madrid con el Real Sitio de Aranjuez.

La estación de Atocha, o Mediodía como aún se la conoce, ha asistido a esos pequeños acontecimientos que configuran la historia anónima de una ciudad, pero también ha enmarcado regresos triunfales, marchas hacia la incertidumbre, esperanzas quebradas y gestos para la galería.Inicialmente, el embarcadero de Atocha fue concebido como un mero espacio de asueto para la Casa Real. No fueron pocos los viajes que la dinastía borbónica inició en Atocha.

El primogénito tren que rindió viaje en Aranjuez salió de la estación precedido de una máquina de arrastre de trenes correo con flores y banderas. El tren, compuesto por dos coches de primera y dos de segunda, plagados ambos de ilustres invitados y elegantes cortesanos, fue arrastrado por una máquina bautizada como Madrileña.

El trayecto se cubrió en una hora y 59 minutos, durante los cuales no cesaron las aclamaciones y expresiones de asombro ante tamaño engendro de la técnica. Era, por fin, el ferrocarril, ese monstruo que, según la crónica de Fernández de los Ríos, "vomitaba humo, sembraba fuego, bramaba cien veces más fuerte que el león del Retiro, hacía llegar su silbido a medio Madrid y devoraba el espacio más que todos los tiros de mulas de Fernando VII desbocados".

Como contrapunto a la holganza de la realeza, en sus orígenes la estación también acogía a la más humilde gente de las vegas del Tajo, que acudían a Madrid a vender sus frutas y verduras. Inicialmente circulaban tres trenes al día en cada dirección; el viaje costaba 20 reales en primera clase, 14 en segunda, 8 en tercera y 4 en cuarta.

La llegada de Amadeo

Atocha es ya un símbolo de Madrid. Y la ciudad lo es, a su vez, del poder central. El primer rey constitucional de España, Amadeo I, vivió en Atocha una jornada histórica. Tras una tensa batalla por la sucesión de Isabel II, la apuesta parlamentaria por la monarquía constitucional derivó en el nombramiento de Amadeo de Saboya.Ya rey, Amadeo I desembarcó en Cartagena el 30 de diciembre de 1870, el mismo día del fallecimiento del general Prim. El nuevo monarca llegó a Madrid, vía estación de Mediodía, el 2 de enero de 1871, y después de orar en la iglesia de Atocha, postrado ante el cadáver del general, juró la Constitución.

Era aquel Madrid de Amadeo I una ciudad bulliciosa y alegre en lo social, y convulsa y amedrentada en lo político. Eran los tiempos de la noble pugna entre Lagartijo y Frascuelo, diestros que dirimían sus diferencias en el coso madrileño (mataban los toros de seis en seis), y de los primeros cafés con música y teatro en vivo, similares en su concepción, aunque dispares en su público, a los bares y discotecas que hoy plagan amplias zonas urbanas.

Tras el mero soplo de aire fresco que significó la I República, la Restauración comenzó sus andares en la estación de Atocha, adonde negó Alfonso XII a la una de la tarde del 14 de enero de 1875. A ella negó también, procedente de Aranjuez, en la mañana del 23 de enero de 1878, la prometida del rey, María de las Mercedes.

Las desdichas también se cebaron en Atocha durante el último cuarto del siglo XIX. Tras un intenso debate sobre la construcción de una nueva estación capaz de albergar al creciente tráfico de viajeros que canalizaba la compañía Madrid-Zaragoza-Alicante (MZA), y de un incendio que ocasionó grandes destrozos en la cubierta del andén, la empresa ferroviaria se inclinó por ejecutar, a instancias del Gobierno, el proyecto diseñado por el arquitecto Martín Alberto de Palacio. Desde su inauguración, en 1892, la estación de Mediodía sólo sufrió leves modificaciones, hasta que en 1988 se planteó su conversión en cabecera de la nueva línea AVE.

El 15 de septiembre de 1923, la estación de Atocha sentía el paso firme de Miguel Primo de Rivera, procedente de Barcelona. Primo de Rivera acudió a consulta con el rey Alfonso XIII, quien encargaría al entonces capitán general de la región militar catalana y líder del alzamiento castrense la formación del Gobierno.

Tras distintas alternativas de poder, la II República se empeñó en mejorar los servicios ferroviarios, sobre todo en Madrid. Sin embargo, en 1935 se paralizaron las obras y el plan de Indalecio Prieto estuvo a punto de irse al traste. Se construía por aquel entonces el denominado tubo de la risa, enlace subterráneo entre Atocha y Fuencarral. Provocaba la risa aquel túnel porque nadie creía en su culminación. Comenzaron las obras el 11 de noviembre de 1933 y culminaron 34 años después.

El oro de Moscú

La guerra civil no hizo sino confirmar la sinrazón del enfrentamiento armado y fratricida. En octubre de 1936, cuando el cerco militar de los nacionales comenzó a asediar Madrid, el Gobierno de la República hubo de tomar la decisión de trasladar a Cartagena los tesoros del Banco de España, el luego célebre oro de Moscú. Indalecio Prieto dirigió personalmente la operación del traslado, que se efectuó en un convoy especial que partió desde la estación de Atocha. Los vagones, cerrados y precintados, contenían unas cajas de madera alargadas, de unos 25 kilos cada una, cargadas de monedas de oro, y talegos de similar peso con 1.000 monedas de duro de diversas acuñaciones. En el transcurso del mes se fletaron más de 20 trenes para salvaguardar los valores del Banco de España del empuje nacional.Durante la segunda mitad del siglo XX, esta estación ha ido recuperando su pulso vital hasta convertirse, a principios de los años setenta, en uno de los foros de oposición al régimen. No fueron pocas las carreras que tuvieron como escenario la glorieta de Carlos V ni los manifestantes que encontraron refugio de la policía en los andenes de la estación. Atocha, más gris que nunca por aquel entonces, acosada por un horrible scalextric, asistió al pálpito político de los prolegómenos del advenimiento de la democracia. Ahora, Atocha entra en la historia moderna de la mano del AVE. La intensidad de los latidos ferroviarios de la estación más concurrida de España (más de 150.000 viajeros diarios) seguirá sintiéndose en Atocha.

J. M. Velasco es jefe de prensa de Renfe y ha realizado un estudio sobre Atocha.

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