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"Estados Unidos necesita un nuevo liderazgo"

Antonio Caño

A los 45 años de edad, Bill Clinton ha pasado casi un tercera parte de su vida como gobernador del Estado de Arkansas. Su trayectoria en ese cargo y el resto de su experiencia política prueban que conoce muy bien lo que hay que hacer para mejorar las condiciones de vida de sus votantes, pero es un perfecto neófito en asuntos de política internacional. Nunca ha ocupado un puesto en Washington -ni en la Administración ni en el Congreso- ni ha tenido vinculación personal con problemas distintos a los del norteamericano medio.Su gran preocupación en cuanto a la política exterior es cómo reducir el gasto militar sin poner en peligro la capacidad defensiva de EE UU. En esto, el pensamiento de Clinton es prudente, casi conservador, comparado con los de otros dirigentes de su partido. Es partidario de reducir el presupuesto de Defensa más de lo que propone el presidente George Bush, pero advierte: "Durante un periodo de al menos 10 años no deberíamos comprometemos unilateralmente en importantes recortes de gastos específicos. El mundo está cambiando muy rápidamente y nosotros tenemos que mantener nuestra capacidad para reaccionar ante potenciales amenazas".

"Aunque el presidente Bush anunció el pasado mes de enero reducciones en nuestra estructura de fuerzas convencionales, creo que podemos ir más lejos sin dañar nuestra capacidad. Nosotros podemos mantener nuestras responsabilidades en Europa con menos de los 150.000 soldados que ha propuesto el presidente originalmente, especialmente en la medida en que las repúblicas soviéticas reduzcan las fuerzas del Ejército Rojo", explica Clinton.

"Basado en cálculos de la Oficina de Presupuestos del Congreso", añade, "mi plan supondría un ahorro de más de 100.000 millones de dólares sobre el plan propuesto por el presidente. Si la situación política y militar continúa siendo favorable, y conseguimos progresos en el control de los armamentos, podemos lograr reducir el presupuesto de defensa todavía más hacia el final de la presente década".

Clinton considera que estas reducciones no significan que su país trate de eludir sus responsabilidades internacionales, sino que "el pueblo norteamericano ha hecho durante 40 años grandes sacrificios para invertir billones de dólares en la vigilancia internacional, y ha llegado el momento de reinvertir esos dividendos en el propio futuro de los norteamericanos".

El candidato demócrata se niega a aceptar que su escasa vocación internacional permita calificarle de aislacionista. Al contrario. "Aunque sé que en estos momentos puede ser una mala política declararse partidario de cualquier programa de ayuda al extranjero, sí soy partidario de la ayuda a la antigua Unión Soviética". "Esa ayuda se la debemos al pueblo que venció al comunismo, al pueblo que derrotó el golpe de Estado. Y nos la debemos a nosotros mismos. Gastar una pequeña cantidad para estabilizar las democracias emergentes en el antiguo imperio soviético reducirá mucho más la cantidad de dinero que tendremos que emplear en nuestra defensa en el futuro".

En opinión de Clinton, los planes de política exterior están condicionados a la necesidad urgente de resolver primero los problemas económicos en casa. "Bajo George Bush", afirma, "Estados Unidos ha tenido el crecimiento más pequeño, los ingresos más bajos y el menor nivel de creación de empleos que bajo ninguna otra Administración desde Herbert Hoover. La clase media pasa más tiempo en sus trabajos y menos tiempo con sus hijos para llevar a casa menos dinero y, sin embargo, pagar más por la asistencia médica, la vivienda, la educación y los impuestos".

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La única solución, a su juicio, para salir de esta espiral de deterioro es sacar la Administración del país de las manos del Partido Republicano, que la controla desde 1980. "Estados Unidos necesita un nuevo presidente que le dé el liderazgo que se requiere para volver a levantar el país, que le dé a la nación el poder que hace falta para competir en el mundo otra vez y ganar otra vez, que ayude a los pobres a salir de la pobreza y que sepa restaurar el promedio de prosperidad real. Sólo entonces empezarán a verse los cambios necesarios para consolidar el crecimiento económico a largo plazo".

"Nuestra primera responsabilidad", asegura Clinton, "es movernos rápidamente para poner fin a la actual recesión económica". Para ello sugiere cinco medidas urgentes:

-"Primero, reducir la carga fiscal de la clase media, cuyos impuestos fueron hacia arriba en la década de los 80, mientras que sus ganancias fueron hacia abajo".

-"Segundo, aumentar los créditos fiscales a las familias con hijos con el fin de proveer de ayuda adicional a la gente que más lo necesita".

-"Tercero, acudir decididamente en ayuda de los trabajadores que pierden sus empleos".

-"Cuarto, ayudar al levantamiento de la economía con varias acciones específicas del propio presidente".

-"Quinto, utilizar la influencia de Estados Unidos en el mundo para conseguir apoyos económicos de otros países".

-"Por último, necesitamos un plan a largo plazo para reconquistar nuestro liderazgo económico mundial con el fin de meter a Estados Unidos en las mejores condiciones en el siglo XXI, en lugar de esta política económica de corto plazo que no nos lleva a ningún sitio".

La pérdida de competitividad económica de EE UU con otras potencias emergentes es una de las principales obsesiones de Bill Clinton. "Si queremos seguir siendo competitivos con Japón y con Europa", afirma, "necesitamos un nuevo programa económico que estimule a la gente, que recompense el trabajo y que organice a Estados Unidos para competir y ganar de nuevo. Necesitamos una estrategia económica para sacar al país de la recesión y restaurar la confianza a largo plazo".

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