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Los laboristas británicos confían en reforzar su hegemonía en Gales

Enric González

Gales es el único país del Reino Unido donde el Gobierno conservador puede atribuirse un indiscutible éxito económico. La minería y los astilleros han sido sustituidos por industrias de alta tecnología, y la inversión extranjera es, proporcionalmente, una de las más altas de la Comunidad Europea. Paradójicamente, Gales no ha dejado de ser un bastión laborista, que dicho partido presenta como ejemplo de lo que sería su política para todo el Reino Unido. De sus 38 diputados, 26 fueron para los laboristas en 1987. El partido del galés Neil Kinnock puede incrementar aún más su ventaja el próximo jueves, a costa de los conservadores y los liberal-demócratas.Gales solía ser la zona más pobre del Reino Unido. Ahora, con sólo 2,8 millones de habitantes (0,8% de la población de la CE), recibe el 8% de toda la inversión extranjera que llega a la Comunidad. Su renta per cápita sigue estando por debajo de la media británica, pero muy por encima de la escocesa y la norirlandesa.

Todo ello ha sido conseguido gracias a una atípica colaboración entre el Ministerio para Gales, controlado desde Londres por los conservadores, y los sindicatos locales, de obvia tendencia laborista. Los sindicatos han llegado a acuerdos con todas las empresas que se han implantado en la región, y a cambio el ministerio conservador, dirigido por David Hunt, ha mantenido un constante diálogo con ellos.

Este mecanismo y la creciente prosperidad han impedido el crecimiento del Plaid Cymru, el partido nacionalista galés. El Plaid Cymru, de tendencia izquierdista, tenía hasta ahora tres diputados, igual que los liberal-demócratas, y se mantendrá en ese nivel si las encuestas no fallan.

Los nacionalistas no han podido generar una corriente popular de independentismo,, como ha sucedido en Escocia, y han optado por enarbolar la defensa de la lengua galesa. En algunas circunscripciones, el galés es hablado por el 70% de la población. Es el único idioma céltico realmente vivo del Reino Unido, a pesar de las severas persecuciones lanzadas contra él en el pasado. Hace dos siglos, Londres organizó un auténtico apartheid lingüístico para impedir que el galés se hablara en los núcleos urbanos.

Las otras claves electorales son el desempleo (que se mantiene alto, en torno al 8%), el transporte y, sobre todo, la autonomía. Una victoria de Kinnock supondría la creación de un Parlamento autónomo para Gales, reclamado por el 58% de la población local.

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