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La City y la prensa britanica se inclinan por los conservadores

Enric González

La City londinense está formada por medio millar de compañías y unas 50.000 personas apiñadas en poco más de un kilómetro cuadrado. Ese pequeño núcleo es el principal centro financiero de Europa y además el más irreductible de los bastiones conservadores. Pese a la moderación de Neil Kinnock y al mal balance económico que presenta John Major, la City sigue siendo profundamente antilaborista. Y lo mismo puede decirse de la prensa británica, que en su mayoría se ha unido con fervor a la campaña electoral conservadora.

La City tiene motivos para estar agradecida a los conservadores. Margaret Thatcher suprimió casi todas las regulaciones sobre las actividades financieras, de forma que , salvo en delitos penales, la City sólo responde de sus actividades ante sí misma. La aversión hacia el Partido Laborista parece basarse, actualmente, en argumentos mucho más subjetivos.Estas elecciones "no consisten en escoger entre los conservadores o el sindicato de mineros, como en 1974, sino que permiten optar entre dos partidos moderados, comprometidos con la Comunidad Europea y la disciplina del Sistema Monetario Europeo", dice Alan Davies, jefe del servicio de estudios del Barclays Bank. Davies opina que una de las claves del rechazo del sector financiero hacia el laborismo es personal: "Cada uno de nosotros, la gente de la City, vería reducidos sus ingresos entre el 10% y el 30% con los impuestos laboristas". La desconfianza es recíproca, y el Partido Laborista ha acariciado largamente la posibilidad de imponer severas regulaciones sobre la City, justificadas por los sucesivos escándalos: Guinness, Blue Arrow, BCCI, Maxwell, Lloyd's...

Cura de humildad

Al ala izquierda del partido, representada por Tony Benn o Arthur Scargill, le gustaría imponer una cura de humildad al prepotente sector financiero. Se trataría de hacer con la City lo mismo que los conservadores hicieron con los sindicatos: acabar con su desproporcionado poder. Sin embargo, Kinnock y su candidato a canciller del Exchequer (ministro de Hacienda), John Smith, quieren evitar el enfrentamiento. Smith ha invitado a comer a cientos de representantes de la City (la "estrategia del cóctel de gambas") para convencerles de que los laboristas desean una cooperación cordial con el gran bastión del capitalismo."Creo que su actitud es sincera y ha sido comprendida en general", dice un broker de Zoete Wedd, "pero el dinero es conservador, y así será siempre". Si el dinero es conservador, también lo son quienes lo manejan. Los sondeos son muy claros: el 90% de los trabajadores de la City piensa votar a los conservadores, el 9% a los liberal-demócratas y sólo el 1% a los laboristas.

Un veterano analista afirma, sin embargo, que el dinero "no tiene color". "Recuerdo muy bien la victoria laborista de l974", dice, "y cómo se hundió la bolsa; el caso es que fue una época condenadamente buena para comprar acciones baratas, y mucha gente ganó fortunas".

Nadie duda que si Kinnock llega a Downing Street "la Bolsa bajará, al menos durante los primeros días". Luego, "la evolución dependerá de la política económica que se aplique y, sobre todo, de si la economía mundial se recupera o no".

Para algunos periódicos no hay duda sobre qué pasaría con un Gobierno laborista: empobrecimiento, miseria y ruina. De la prensa de prestigio, sólo The Guardian y The Independent mantienen las distancias con los conservadores, mientras The Daily Telegraph y The Times se decantan claramente por Major. Las estridencias están en la prensa sensacionalista que (salvo el tradicionalmente laborista Daily Mirror) utiliza sus millones de ejemplares diarios para clamar contra la "amenaza socialista".

"La prensa británica siempre ha sido conservadora, y lo es más desde que los periódicos dependen de grandes conglomerados empresariales", señala Hugo Young, comentarista político de The Guardian y uno de los más prestigiosos periodistas del país.

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