Un concierto necesario
La soledad del cantautor, de por sí grande, parece aumentar de forma proporcional a la aspereza de su idioma. Ruper Ordorika canta todo su repertorio en euskera y, además, mantiene un duro pulso con las tradiciones musicales de su país. Seguramente por eso, sólo doscientas personas asistieron al primero de sus dos conciertos en Madrid, la tardía presentación en vivo Ez da posible, su cuarto elepé.Y es que un músico que despide su actuación diciendo que "lo que no es tradición es plagio", tiene que tenerlo necesariamente difícil en los tiempos actuales. Así, Ordorika se ha convertido en un cantante y compositor fronterizo plagado de contradicciones. Fronterizo por vivir en los lindes de que reniega en sus canciones, y dubitativo por seguir fiel a un estilo inclasificable donde electricidad y poesía se conjugan de modo natural.
Ruper Ordorika y Mugalaris
Ruper Ordorika (voz y guitarra), Javi Antoñana (guitarra y voces), Amaia Apaolaza (teclados y acordeón), Nando de la Casa (batería) y Alberto de la Casa (bajo). Precio: 1.000 pesetas. Sala Morocco. Madrid, 24 de marzo.
Artista abierto a todo tipo de influencias, Ordorika se ha convertido en uno de los letristas más lúcidos y personales del pop-rock español. Dueño de una voz recia y cálida, es autor de unas letras densas que merecen ser comprendidas, y de unas músicas que admiten de mal grado escuchas precipitadas.
A sus 36 años, el músico de Oñate (Guipúzcoa), acompañado en escena por los Mugalaris, ofreció un concierto atípico y necesario, al que sus cuatro músicos se acoplaron perfectamente. Ruper Ordorika y Mugalaris son la alternativa que nunca debe faltar. La opción a la que aferrarse cuando los sonidos comerciales saturan y el oído pide, por compasión, algo de profundidad y reflexión.
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