Mitterrand maniobra ante la perspectiva de otra cohabitación con la derecha
A François, Mitterrand le quedan tres años para concluir su segundo mandato presidencial, pero las elecciones regionales y cantonales de ayer le dieron las claves para preparar las maniobras que le hagan menos dolorosa esa etapa. Ya no puede contar exclusivamente con el apoyo de unos socialistas en decadencia. Si quiere evitar una segunda cohabitación (la primera, con Jacques Chirac de primer ministro, duró desde marzo de 1986 a mayo de 1988) con la derecha democrática debe comenzar a preparar esa coalición que sus próximos llaman frente republicano.
Las elecciones de ayer decidieron la suerte de las regiones y los cantones pero, como era la primera vez que tenían una cita general con las urnas en la década de los noventa, la mayoría de los franceses que votaron lo hicieron guiados por razones de política general: el paro, la corrupción, la inmigración y el medio ambiente. De este modo se perfiló un nuevo mapa político del país basado en cuatro fenómenos singulares: un partido en el poder, el socialista, en abierto retroceso; la extrema derecha más poderosa de Europa; un vigoroso movimiento ecologista dividido en dos grupos, y una formación estalinista que sobrevive al hundimiento de la URSS.A sus 75 años de edad, y tras 11 de ejercicio del poder, Mitterrand está preocupado por conseguir una salida airosa del Elíseo y una entrada digna en la historia de su país. Y sabe que es muy difícil que los socialistas no cosechen en las legislativas de marzo de 1993 otra derrota.
En la conciencia de los franceses, incluida buena parte de los que se consideran de izquierdas, el PS está identificado con el oportunismo político, los escándalos de las facturas falsas y el fracaso en la lucha contra' el paro. A principios de este mes, el semanario británico The Economist se extrañaba de la angustia colectiva que se ha adueñado de los franceses, y recordaba que durante la presidencia de Mitterrand el producto nacional bruto por habitante ha pasado de 16.000 a 22.000 dólares y que la inflación francesa es ahora inferior a la alemana. Pero al semanario británico se le escapaba el hecho de que los votantes socialistas de 1981 y 1988 no esperaban tan sólo buenos resultados económicos. El candidato socialista les habían prometido "cambiar la vida".
Los votos perdidos
Los especialistas dirán en las próximas semanas dónde han ido a parar los votos perdidos por los socialistas. Puede adelantarse que la derecha democrática no los ha repescado. Muchos de los franceses que depositaron sus esperanzas en Mitterrand se abstuvieron. ayer, votaron ecologista o incluso introdujeron en las urnas las papeletas comunistas.
A Mitterrand pueden empezar a lloverle peticiones de que se vaya. Jacques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing, los dos presidenciables de la derecha democrática, van a tener que luchar contra la tentación de contestar la legitimidad de su poder. Algunas voces se levantan ya para pedir al presidente socialista que imite a De Gaulle, el hombre que, tras fracasar en el referéndum sobre la regionalización de 1969, y aunque no estaba en juego su cargo, abandonó dignamente el Elíseo.
Mitterrand puede intentar bunkerizarse afirmando que las elecciones de ayer eran meramente regionales y no ponían en cuestión la actual mayoría relativa de los socialistas en la Asamblea Nacional, y, ni mucho menos, la jefatura del Estado. Pero aunque adopte esa actitud, el presidente debe preparar las condiciones que le eviten una segunda cohabitación con las gentes de Chirac y Giscard, como ya le ocurrió cuando tuvo que aceptar al gaulista Jacques Chirac como jefe de Gobierno que representaba a la derecha y el centro, tras las legislativas de 1987. El único modo de conseguirlo es abonando el terreno para una coalición en tomo a su persona de los capitidisminuidos socialistas, una fracción de los centristas y alguna fuerza ecologista. Todo ello con apoyo comunista.
El presidente francés tiene un gran recurso legal: cambiar el actual sistema mayoritario de las elecciones legislativas por uno con una fuerte dosis de proporcionalidad. Ello haría que la previsible victoria relativa de Chirac y Giscard en 1993 no les otorgara una aplastante mayoría de escaños. Al mismo tiempo, los ecologistas podrían estar representados en la Asamblea Nacional.
Brice Lalonde, el ministro de Medio Ambiente, ha hecho una campaña basada en su permanente desmarque respecto a los socialistas, con los que comparte asiento en el Gobierno. Pero, a diferencia de Los Verdes, celosos de su independencia respecto a cualquier fuerza política tradicional, el líder de Generación Ecología dice estar dispuesto a seguir formando parte de la "mayoría presidencial" siempre y cuando ésta se abra a los "ecologistas razonables" y "los reformistas de la oposición".
La introducción de la proporcionalidad en la representación parlamentaria no es tan fácil. Esta cuestión amenaza la unidad misma del PS. Laurent Fabius, primer secretario del partido, y el presidenciable Michel Rocard basan su actual matrimonio de conveniencias en la oposición a un sistema proporcional puro. Durante la campaña electoral, uno y otro han repetido que lo máximo que aceptan es la introducción de "una cierta dosis de proporcionalidad". Fabius y Rocard piensan que es mejor conservar un escrutinio mayoritario para beneficiarse de sus ventajas tras una elección presidencial victoriosa para los socialistas.
La 'operación Cresson'
La jornada electoral de ayer significó el entierro de la operación Cresson. En las vísperas de las elecciones, aun reconociendo la "importancia considerable" de las mismas, la primera ministra afirmó que su dimisión o una remodelación del Gobierno no son "temas actuales". Muchos socialistas creen que Mitterrand la mantendrá todavía unos meses al frente del Gobierno, lo necesario para la aprobación de los acuerdos de Maastricht y presentar un proyecto de ley sobre el escrutinio proporcional en las legislativas de 1993.
Uno de los grandes problemas del sistema proporcional es que permitiría al Frente Nacional contar con varias decenas de diputados en la Asamblea, lo que pone los pelos de punta a muchos demócratas. La fuerza de la ultraderecha y los incidentes violentos que han acompañado su campaña abren un debate sobre la posible disolución del partido.
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