ETA mata a un obrero y a un guardia en dos atentados cometidos en ocho horas en Barcelona
El comando itinerante de ETA reanudó ayer su escalada terrorista en Cataluña al cometer dos atentados en ocho horas en dos localidades de la provincia de Barcelona. El albañil Antonio José Martos, de 27 años, murió ayer cuando se dirigía a trabajar al estallar un coche bomba bajo un túnel de la autopista A-18, en Sant Quirze del Vallès. Ocho horas antes, el guardia civil Enrique Martínez Hernández, de 30 años, experto en explosivos, falleció en Lliçà d'Amunt por efecto de otro coche bomba que iba a inspeccionar. La dos víctimas eran de Linares (Jaén). Los atentados fueron precedidos por avisos falsos de ETA.
A las 6.30 de la mañana, un etarra llamó al Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) y anunció que explotaría un coche bomba bajo un puente de la autopista A-18, que comunica Sabadell con Terrassa. El paso subterráneo es utilizado como atajo por algunas personas para ir a pie desde Sabadell al polígono industrial Can Casablanca, en Sant Quirce.El etarra advirtió que la explosión se produciría a las 8.45 y concluyó la llamada con estas frases: "iGora ETA y Visca Monteagudo!" [en alusión a Joan Carles Monteagudo, uno de los dos miembros del comando Barcelona muertos en un tiroteo con la Guardia Civil el 30 de mayo del pasado año, precisamente en Lliçà d'Amunt]. Finalmente, el artefacto estalló a las 7.55, cuando Antonio José Martos, de 27 años, debió tocar el vehículo, según fuentes policiales, al sorprenderse de que un coche estuviera aparcado en aquel pasadizo.
Martos, casado y padre de una niña de cuatro años, era albañil y militaba en el Partit dels Comunistes (PCC). Cuando se produjo la explosión, iba a trabajar a la empresa Cobega, concesionaria de la firma Coca-Cola, instalada en el polígono. La víctima quedó destrozada y sólo la documentación que llevaba consigo permitió su identificación cinco horas después.
Una segunda trampa
El coche bomba, un turismo Ford Escort robado en Terrassa el día 11, tenía preparada otra trampa para los artificieros. Una olla que contenía 20 kilos de amonal, colocada bajo un asiento del coche, habría explotado en cuanto los agentes hubieran tomado restos del vehículo para realizar los análisis. La Guardia Civil dirigió a distancia un robot, que tuvo que colocar dos cebos para desencadenar un potente estallido, que no afectó a la estructura del puente.
Este atentado ocurría ocho horas después de que el guardia civil Enrique Martínez, de 30 años, muriera al rozar con la punta de un paraguas un coche bomba -marca Fiat Uno- en Lliçá d'Amunt. Ese dato podría revelar que los etarras activaron el artefacto a distancia y que presenciaron la explosión, según la primera hipótesis de la policía. ETA había facilitado a la Guardia Civil dos horas antes del atentado otra pista falsa. Varios vecinos dijeron haber visto esa noche a dos hombres, que no eran del pueblo, "jugando al billar y tomando cubalibres", y que hablaron repetidamente por teléfono. Pero nadie les identificó como José Luis Urrusolo Sistiaga o Juan Jesús Narváez Goñi, presuntos miembros del comando itinerante de ETA.
Luis Roldán, el director general de la Guardia Civil, manifestó ayer que nada hace pensar que el terrorismo disminuya cuanto más se aproxime el inicio de los JJ OO. "Los atentados etarras", añadió, "obedecen a una táctica criminal. Nadie ha dicho que esto tenga que cesar cuando llegue el evento olímpico".
La afirmación de Roldán contradice a los miembros de la lucha antiterrorista, que confiaban en que la violencia en Barcelona -siete víctimas en cinco atentados desde diciembre- descendiera ante el mayor control policial de la ciudad.
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