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Una reputacíón injustificada

La reputación de George Bush como buen gestor de política exterior y experto en dichos asuntos está siendo a la vez una ventaja y un inconveniente en su campana para la reelección. Se considera que ése es el ámbito en el que destaca, pero eso también propicia la acusación de que se preocupa poco por los asuntos internos -y eso lo demuestra el actual estado de la economía y la sociedad norteamericanas. Sin embargo, la reputación de su política exterior es injustificada.Es cierto que Bush es un experto en relaciones intemacionales, lo cual no es poco, y es evidente que disfruta con su papel de hombre de Estado. Pero, si tiene alguna idea coherente en relación con la historia contemporánea y acerca de cómo debería funcionar Estados Unidos en el mundo, no ha dado ninguna muestra de ello.

Como era de prever, el "nuevo orden mundial" propuesto con ocasión de la guerra del Golfo ha demostrado no haber sido más que una frase de discurso, una reverencia a las vacías tradiciones wilsoniana y rooseveltiana de internacionalismo norteamericano. Bush no hizo realmente ninguna proposición concreta en relación con la manera de manejar y cambiar los asuntos del mundo. La diferencia que existe entre la sociedad internacional de los años noventa y la de los años ochenta se debe a la caída del comunismo.

Los dos grandes acontecimientos de la presidencia de Bush han sido la invasión de Panamá y la liberación de Kuwait. En ambos casos se trató de decisiones inesperadas; 'la primera fue incluso arbitraria. Invadir un pequeño país con la intención de arrestar a su líder y llevarlo ajuicio en Estados Unidos llegó a verse, en su momento, como un acto de resentimiento o de enfado personal por parte de Bush. No había ninguna justificación legal significativa ni ningún interés objetivo en juego que merecieran una invasión, una guerra y víctimas civiles (que, en proporción con la minúscula población de Panamá, resultaron ser muy numerosas).

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Desde luego, la invasión de Panamá no fue una demostración de dominio de los asuntos internacionales por parte de Bush, tal vez ni siquiera de dominio de sí mismo. Sentó un precedente muy inquietante. Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos no deberían estar a disposición personal del presidente. El desarrollo del juicio que se celebró después en Miami al antiguo presidente de Panamá, Manuel Antonio Noriega, apoyó la conclusión de que se trataba de una aventura muy extrana.

Por el, contrario, las cuestiones de legalidad internacional y de interés público estaban claras en el caso de Kuwait, como coincidieron en reconocer el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y los aliados de Norteamérica, Pero, de nuevo en esta ocasión, las decisiones de Bush tuvieron algo de arbitarias. Sus reacciones y su manera de hacer del conflicto con Sadam Husein un asunto personal eran desproporcionadas, lo que suscitó la impresión de que las decisiones norteamericanas no se tomaban por razones del todo racionales -de que algo estaba un poco fuera de control en Washington-.

Una vez más, fue la Casa Blanca quien decidió la guerra, por su cuenta, y sólo se consultó al Senado cuando el compromiso de Norteamérica ya era absoluto y prácticamente irrevocable -e incluso entonces, no se le consultó de muy buena gana-.

Por otro lado, ¿qué nos ofrecen los candidatos demócratas, o Pat Buchanan? Ignorancia o ingenuidad. Todos, excepto Paul Tsongas, pretenden que las actuales dificultades económicas de Estados Unidos se deben a su excesiva generosidad con otros (que están "abasteciéndose del Tesoro", como dice Buchanan refiriéndose al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y a los extranjeros en general). Estados Unidos debe mostrarse severa con ellos y se resolverán sus problemas.

Por supuesto, este tipo de argumento hace que se considere bueno a George Bush. Por lo menos, lo identifica como alguien que está en contacto con la realidad de las relaciones exteriores, económicas y políticas, de Estados Unidos.

Paul Tsongas prestó servicio en el cuerpo de paz y afirma que su estancia en Africa cambió su vida. Seguramente, la guerra de Vietnam le cambió la vida a Bob Kerrey. Tsongas y el gobernador Kerrey saben cómo son y cómo se sienten otros países aparte de Estados Unidos, y entienden algo de la vida de los campesinos pobres de los países atrasados.

Éste es un buen comienzo para llegar a comprender que no se puede definir al resto del mundo según las categorías de la privilegiada experiencia norteamericana. No obstante, esta comprensión no constituye una política, sino una condición previa para una política seria. Tsongas tiene razón cuando dice que los problemas de Estados Unidos son de cosecha propia y que sólo allí podrán encontrarse soluciones. Esto es una muestra de sentido común respecto a EE UU e, indirectamente, de cara a otros países; pero parece que sus rivales demócratas discrepan.

Todo esto añade un argumento a favor del aislacionismo norteamericano mejor que cualquiera de los que utiliza Pat Buchanan. Si la clase política del país sabe tan poco y se preocupa tan poco del sistema internacional dentro del que actúa tal vez el mejor camino para Estados Unidos sería renunciar a su compromiso con el mundo aislarse en cierto modo de lo asuntos políticos que no interesan ni ala nueva generación de políticos, ni a una opinión pública preocupada por problemas internos.

No se detendrá la internacionalización de la economía norteamericana, pero cada vez parece más probable el fracaso del sistema (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio GATT), con la consiguiente formación de.tres bloques más o menos proteccionistas en América, Asia y Europa. Ésta es otra de las razones que se alegan a favor del aislacionismo.

Es evidente que hay mucho en juego como consecuencia de todo esto. Si EE UU se retirara de Europa, el panorama se le pondría mucho más difícil a Europa del Este y a los Estados sucesores de la URSS. Si quieren mantener la paz y el orden, los líderes políticos de Europa y Japón tendrán que responder a unas exigencias mucho más fuertes. En efecto, el sistema de posguerra se habrá. terminado. Pero es mejor que termine de una manera racional a que EE UU se comporte de manera cada vez más desatinada e irresponsable en este compromiso mundial que parece que sus ciudadanos ya no desean.

William Pfaff es experto en política internacional. c 1992, Los Angeles Times Syndicate.

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