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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuando los irlandeses suenan

LA INTENSIFICACIÓN de la campaña de atentados provocados por el Ejército Republicano Irlandés (IRA), especialmente en Londres, coincide con un momento en que es de dominio público la inminente convocatoria de elecciones generales en el Reino Unido. Mientras tanto, el secretario de Estado británico para Irlanda del Norte, Peter Brooke, ha reanudado con el Gobierno de Dublín y con los líderes de los cuatro principales partidos políticos de Irlanda del Norte las conversaciones -iniciadas hace casi un año y pronto interrumpidas- con las que se pretende encontrar un consenso que permita pacificar aquella región y empezar a pergeñar una solución hasta hoy aparentemente imposible. Y, al mismo tiempo, algunos líderes eclesiales norirlandeses se han reunido con los jefes de las unidades paramilitares leales (la UDA -léase terroristas protestantes, violentos partidarios de que Irlanda del Norte nunca resulte desgajada del Reino Unido-). Esta triple actividad política explica probablemente- el nuevo brote de violencia de los terroristas católicos del IRA, dispuestos a recordar a todos que la violencia está a la orden y en el orden del día. Como si tal cosa fuera necesaria.Aunque ETA y el IRA comparten lo más importante -el asesinato por el asesinato, el medio convertido en mensaje-, les separan notables diferencias. Por un lado, el IRA tiene enfrente no sólo al Ejército y a la policía británicos, sino también a un terrorismo de signo contrario, el de los protestantes unionistas. Por otro, su objetivo no es la independencia, sino la integración de los condados del Norte en la República del Sur. Finalmente, el proyecto político del IRA incluye un cambio de fronteras, lo que, incluso si fuera posible en el contexto del reparto de las soberanías entre el Reino Unido e Irlanda, sería violentamente impedido por la mayoría protestante de Irlanda del Norte.

Estas sustanciales diferencias explican seguramente el por qué del deseo de muchos estamentos públicos y privados tanto británicos como irlandeses de involucrarse en algún tipo de negociación con los terroristas de uno y otro signo. No buscan el acuerdo político, sino el fin de la violencia. Se han reunido los líderes de las Iglesias protestantes con los terroristas unionistas y, en el marco de las conversaciones de Brooke con los partidos norirlandeses, lo harían las autoridades británicas e irlandesas con el Sinn Fein (brazo político del IRA) si éste quisiera. Porque lo importante de la situación de Irlanda del Norte en relación con el problema del terrorismo es que no cabe negociar salida política alguna porque no la hay: las posiciones del IRA y de la UDA son irreductibles. La minoría católica quiere desgajarse; la mayoría protestante no lo quiere permitir.

Sólo en el futuro, acaso en el marco de la evolución política de la CE, será concebible algún acuerdo entre Dublín y Londres para resolver un problema de soberanía hasta ahora insoluble. Mientras tanto, toda negociación queda, por esencia, limitada a la búsqueda de fórmulas para acabar con la violencia. Por esta razón, el IRA no se aviene, por sí o por intermedio del Sinn Fein, a sentarse a mesa alguna. Es una tragedia, pero así son los terroristas: a lo único a lo que se niegan es a dejar de matar. Y aquí sí puede establecerse comparación entre ETA e IRA , en una negociación, sólo pueden rendirse a la evidencia de que dejar de asesinar equivale a desaparecer.

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Hace pocos días, un pastor de la Iglesia presbiteriana, interrogado sobre la razón por la que los religiosos quieren negociar con los unionistas el fin de la violencia apeándolos de la fantasía seudoheroica, contestó dramáticamente: "Parte importante del problema es que la gente vive en un mundo de sueños. Y cuando los irlandeses empiezan a soñar, a menudo el resultado es de muerte".

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