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La policía impide que los 'nicanores' acampen en el poblado de Torregrosa

Cerca de 1.000 seguidores de la Coordinadora de Villaverde y Perales del Río, que lidera Nicanor Briceño, trataron ayer de llegar hasta Torregrosa, un poblado de realojamiento provisional denominado por los vecinos "el paraíso de la droga". Los nicanores querían acampar enfrente para pedir su desmantelamiento. La policía lo impidió. La frustración desembocó en una ceremonia de catarsis: los vecinos volcaron su ira contra los antidisturbios y los periodistas.

A las siete de la tarde, los manifestantes se iban concentrando en Villaverde. El río Manzanares también hacía acto de presencia un olor fétido inundaba las calles. Nicanor Briceño, uniformado con su chándal, declaraba: "Hay que vivir aquí para saber lo que es esto. Estamos expuestos a continuos robos y palizas".En boca de todos los vecinos estaba la agresión sufrida el viernes por una mujer, a quien dos individuos robaron el dinero y después le marcaron la cara con una jeringuilla. "Llevamos meses denunciando que en el poblado de Torregrosa se vende droga, y todo sigue igual. Lo trajeron para seis meses y lleva ya dos anos y medio. Vamos a acampar hasta que lo quiten".

La marcha se inicia con rostros crispados. A lo largo del recorrido, de dos kilómetros, se van uniendo más personas. "¡Vecinos, mirones, aquí hay que echar cojones!", dedicaban los manifestantes a sus conciudadanos. La cabeza desplegó la pancanta: "Gobernantes = droga y corrupción".

La manifestación llega a su fin. La M-40 la separa del poblado de casas prefabricadas. Entre medias, un cordón policial impide el paso. "¡Cabrones, estáis de guardaespaldas de los traficantes!". "¡Fuera, id al País Vasco, con la ETA!". Un hombre de nariz prominente sale a escena. "¡Y la prensa, fuera también, que no cuenta más que mentiras, iros a tomar por culo!".

Algunos agentes intervienen para apaciguar los ánimos. ¿"Por favor, sean civilizados. No podemos permitir que rebasen el cordón policial", decía la megafonía. "No pueden tomarse la justicia por su mano". Los insultos arrecian. "Matones, echadle cojones dentro del poblado". "Golfos, que estáis compinchados", chillaba una señora iracunda.

¡Vamos a por droga!

Una anciana sin dientes, con un dominio del lenguaje marginal inusual para su edad, gritaba: "¡Yo quiero pillar una papelina. Ya verás como así nos dejan pasar!".La policía atendía pacientemente las protestas de los presentes. Las tertulias de mayor éxito las protagonizaban un policía con acento andaluz, que animaba a seguir "los cauces legales", y un agente de paisano, que habló con los exaltados vecinos durante una hora. "¿Es más difícil detener la marcha de mil personas que detener a 40 camellos allí?", le preguntaba uno. "Es que de allí chupan", respondía otro. El policía sonríe y saca un ducados. De entre la muchedumbre una mano le alarga un mechero.

Finalmente, Briceño tomó la palabra: "Somos pocos para entrar ahí. Tenemos que reunir a más gente. Apuntaos todos la coordinadora y animad a todo el barrio a hacer lo mismo". Los presentes apoyaron la moción y, más tranquilos y algo afónicos, regresaron a Villaverde.

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