Soledad
No entiendo qué pasa, sólo sé que cada día que pasa estoy más hundida y frustrada. No me puedo creer todavía lo que me está pasando porque simplemente no lo entiendo. Llevo aquí ya cinco meses y he hecho casi todo lo que he podido por encontrar mi puesto, pero las puertas no se han abierto ni para enseñar el ojo y mirarme. ¿Es tan raro lo que pido? Ya empiezo a creerme especial, lo que no sé es si para bien o para mal.Sí, he llegado del otro lado del Atlántico después de estudiar, gracias a una beca Fulbright, un master durante dos años (ahora Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior lo digo con la boca pequeña) y qué pasa ahora que nadie tiene sitio para mí.
No sé ya dónde ir o dónde buscar, no me digan que no pueden hacer uso de un museólogo, ¿saben lo que es eso? ¿Soy la única en España? (parece ser que es eso lo que se me da a entender). Haz las oposiciones, me dicen encogiéndose de hombros. ¿Para qué? Si en el caso de que las sacase no me dejarían hacer nada, y, sinceramente, después que lo que he conocido en aquellas tierras lejanas creo que me frustraría aún más.
¿Y la enseñanza? Haz el doctorado. ¿Por qué no? Pero, ¿quién me dirige la tesis? ¡Ah, no sé! Búscate la vida, no debe ser tan difícil. ¿Ah, no? Dígame algún nombre. El caso es que en museos no puedo pensar en nadie en concreto.
Tengo muchas cosas que me he traído conmigo que me gustaría contar y compartir, pero no puedo, no hay hueco para mí. Diganme, ¿por qué me han mandado allí? Ahora no sé que es peor, que me dejasen aquí en la ignorancia o que me mandasen allí para volver muda e inútil, porque no encuentro oídos para escucharme ni instrumentos que pueda usar.
Lamento que sólo pueda quejarme, pero esta situación me entristece; permítanme, no obstante, que les dé las gracias porque al menos me han dejado que me saque esto fuera de mí, ahora me siento mejor, aunque sigo estando perdida.- Isabel García Fernández.
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